Por Semanario Católico Camino.
Impotencia, indignación y desamparo es la situación que viven muchas familias al ver que los criminales que le han quitado la vida a su hijo, padre o familiar muy cercano, se burlan de ellos. Éstos, cuando son detenidos por las autoridades, argumentan que le están violando sus derechos.
La defensa de estos malhechores es asumida por abogados, los cuales paga el Estado, realizan una meticulosa y tenaz defensa, amparándose en un andamiaje jurídico que deja a las víctimas en situación de orfandad.
Son muchos los pasos y gastos económicos que sufren los agraviados para evitar que los que han violado la ley salgan libres.
¿Hasta cuándo seguiremos viendo estas escenas desgarradoras? Es hora de que haya consecuencias para los que matan. No es posible continuar viendo cómo se juega con el dolor de una familia que permanecerá para siempre con el dolor y la tristeza de ver partir a un ser querido por culpa de la delincuencia que avanza en nuestro país.
No se puede seguir jugando con la vida. Este es el regalo más grande que Dios nos ha dado.
A los que matan hay que respetarles sus derechos, pero jamás hacerse cómplices del daño que han causado.
Esa ley que protege de manera exagerada a los criminales tiene que ser modificada. Estos no pueden continuar en las calles sembrando angustia. Esa protección jurídica que reciben los delincuentes, lo que hace es fomentar más violencia, y así, no podemos continuar.