Por: Luis Córdova
Nos regalaron una respuesta a todos los males. Vino envuelta en papeles de intolerancia y con oropeles de desfachatez.
Si un “líder” (autoridad electa o designada, en cualquier nivel), comete un acto de corrupción (desde vinculación con el narcotráfico hasta un irrefrenable apetito sexual), se le dice al país exactamente lo mismo: “eso es repudiable, hay que condenarlo. Pero las penas son personales, debe pagar él, no el partido”.
Burda irresponsabilidad. En el brumario francés hablaron de complicidad. ¿Por qué? Porque como institución se le ofertó a la sociedad a ese ciudadano como bueno, digno de ser considerado honorable, lo impuso o permitió que por sus propios medios se impusiera, pidió votar por él…
Lo individual solo aplica para la salvación de las almas. La condena terrenal coloca etiquetas, corren el riesgo de que a unos y otros los consideren como lo mismo.
Deberían considerarlo…