Opinión

La marca de los ladrones Criollos

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Por: Félix Díaz Tejada.

Los ladrones de cuello blanco nacidos en Republica Dominicana sobresalen por la firmeza en sus nefatas convicciones. Prefieren ser condenados a la hoguera, a la horca, a morir en la cámara de gas, o con inyección letal, a ser crucificados, o a morir en la guillotina; pero su hombría de ladrón o corrupto, jamás le dará el brazo a torcer y aceptar que robó, o que consintió sobornos, coimas, boato, comisiones, o que fue beneficiado de contratas grado a grado, sin concursos; o que se le introdujeron adendas o modificaciones posteriores, para agenciarse los recursos con los cuales cubrir los fondos de la corrupción.

Al ladrón, lavador, o corrupto criollo, le importa un bledo que para la sociedad él sea un sinvergüenza, salteador, aprovechado o afortunado con las oportunidades para sustraer recursos ajenos.

No le importa haber nacido y llegar a la adultez viviendo en la precariedad y la pobreza extrema, desde que encuentra un chance, el ladrón criollo se lanza al fango y sin importarle los chisguetes que le enloden, ni los escrúpulos ajenos, tan pronto como se destapa su “trompo embollado”, empieza con la misma comiquita y la historieta rayada al extremo. Reiteran hasta la saciedad su supuesta inocencia, y llegan al colmo de achacarle las “falsas acusaciones” o calumnias, a la envidia, al rumor, a la inventiva y a las diatribas politiqueras.

Procuran las muletas que le susurran los abogados de la defensa técnica, una que otra bocina de alquiler al mejor postor en los medios de comunicación, hasta con sus adornos de interactivos, y cartas para las secciones correspondientes en los diarios impresos y gente salpicada con los menudos, pero que maneja redes sociales, defendiendo una supuesta honra, que ni los familiares del propio acusado se creen la sátira.

Hemos visto a ladrones expertos y corruptos de Estados Unidos, España, Japón, China, México, Guatemala, Perú, Costa Rica y veintenas de naciones, los cuales luego de presiones de la judicatura y del ministerio público, terminan por admitir su culpabilidad. Incluso muchos muestran un nivel de arrepentimiento que hasta se van en llanto y otros le piden perdón a la sociedad, a Dios y a su familia, por haber cometido hurto, cohecho, sustracción, engaño, asociación de malhechores, sobornos, lavado y traición a la confianza. Pero, el ladrón de aquí puede ver que viene el cirujano a castrarlo o amputarle las manos, y no hay forma de que termine por admitir que robó o aceptó sobornos.

La marca del ladrón criollo de cuello blanco, es capaz de superar a cualquier experimentado actor Holywood, no escarmienta ni se avergüenza ante el público, con o sin ensayo, proclama su supuesta inocencia hasta la saciedad. Lo mejor es que no sean incluidos en los Granmy Latinos, pues en esa premiacion se llevarían todas las estatuillas.

Hay elementos que han llevado una vida licenciosa y han acumulado fortunas, empresas y negocios, envueltos en la trampería, en actividades del bajo mundo, extorsionado o chantajeando como lobistas, con un maletín y hasta bóvedas repletas de fajos de billetes monetarios. Y no le importa los años que la canten entre sus costillas, ellos reiteran su supuesta inocencia.

Le llega la vejez, los achaques de salud, los momentos finales previos a la unción, pero ni siquiera para el viaje final se preparan y aceptan su condición de ladrones. Se van, y sus descendientes continúan por generaciones enarbolando la supuesta inocencia de su viejo; que se marchó con el supuesto dolor de la “infamia”, que hacía muchos “favores” y ayudaba a los menesterosos, que trabajó mucho, para lograr lo que tenía; aunque para todo el resto de la sociedad, se fue al más allá, manteniendo la condición de ladrón.

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