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La paciencia, una gran virtud

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Por: Karleny Cabrera

El ser humano tiende a desesperase ante las situaciones del diario vivir; le cuesta esperar el momento indicado para cada cosa y, por supuesto, quiere actuar de repente. Se arma una batalla interna a la hora de tener que guardar turno para un determinado asunto, y por estar pendiente a ello, nos descuidamos de algo muy importante.

El momento de la espera es, exactamente, el tiempo adecuado para que, como personas crezcamos de manera espiritual, emocional y mental, pues, es justo ahí cuando el carácter del hombre se va formando y aprende a ser paciente, coherente y disciplinado.

La paciencia es una gran virtud que aporta al individuo la madurez para afrontar los obstáculos cotidianos y le dota de sabiduría y dominio propio para conseguir grandes metas de vida; por ello, merece la pena actuar poniendo en práctica esta cualidad.

En el libro de Eclesiastés capítulo tres, versículo uno dice: todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora. Es decir, que la misma palabra de Dios nos exhorta a esperar con tranquilidad el momento propio de cada fin, pues, cada hecho sucederá justamente en el momento exacto.

Ser paciente tiene diversas ventajas. Una persona que espera con tranquilidad y templanza, por lo general, tiene menos conflictos en su día a día porque posee la capacidad de controlar sus impulsos y, por ende, la emoción no domina sus respuestas, sino que lo hace la razón.

Esperar con tranquilidad nos hace hombres más fuertes y resistentes y, en consecuencia, nuestro sufrimiento será minúsculo. De todas formas, es mejor esperar legítimamente, pues, siempre la recompensa es mayor cuando se toma el tiempo suficiente.

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