Por: Roberto Valenzuela
La plebe (del latín plebs, plebis) se usaba y se sigue usando como voz despectiva para referirse a la parte más baja de la sociedad, los pobres diablos desheredados de la fortuna. Es común escuchar, pero fulano “si es plebe”, denotando bajeza.
O a “la plebe hay que mantenerla contenta con pan y circo”; “la “plebe quiere ver sangre”. Esto hace referencia a la marca o la influencia que nos dejó el imperio romano en sus grandes coliseos, con sus gladiadores luchando entre ellos o contra los leones.
Según los historiadores y los guionistas del cine romano, la plebe llegaba al éxtasis (alegría, placer) cuando un luchador despedazaba a otro, también cuando las fieras aniquilaban a los gladiadores. Y viceversa.
Se acostumbra a tachar a una persona como “plebe”, obsceno, prosaico cuando dice una mala palabra. En el lenguaje callejero se le dice “malapalabroso”.
Ahora en los debates se habla mucho de plebiscito: es una figura jurídica manoseada. Y tiene su origen en que dentro de la organización social de Roma los plebeyos (el burgo) eran la clase más baja, aunque la más numerosa; pero no tenían ningún tipo de derecho: no ocupaban cargos políticos o religiosos. Iban a la guerra, pero cuando estaban distribuyendo el botín (los esclavos, las tierras y los demás bienes) no se les tomaba en cuenta. Peor aún, no se les reconocía ni como ciudadanos.
Todos los privilegios los tenía la clase más alta, los llamados patricios. Sin embargo, los plebeyos se reunieron en las afueras de la ciudad y realizaron sus propios plebiscitos y votaron sus propias leyes, normativas, logrando varias conquistas sociales.
A partir de ahí el plebiscito, o sea, la plebe en asamblea, se instituyó como un mecanismo de consulta ciudadana, de votación popular directa. Pues plebe es sinónimo de pueblo, gente, muchedumbre, las grandes masas.
La Real Academia Española y los demás diccionarios consideran a la plebe como las personas que tienen el nivel socio-económico más bajo, los marginados del progreso. “Con la transfiguración de las realidades en apariencias, se tiene a la plebe contenta”, dice Oxford Languages.
En cuanto a la palabra patricio es de origen latín (patricius) y significa padre. A los patricios romanos se les conoce como de origen noble, descendientes de los primeros fundadores de Roma, es decir, de Rómulo y Remo: se les llamaba “padres fundadores”.
Igual ahora se usa la expresión para referirse, por ejemplo, a los padres fundadores de Estados Unidos o, en el caso de Juan Pablo Duarte, se le llama patricio (fundador de nuestra República). George Washington es el padre fundador de Estados Unidos. Y así sucesivamente.