Por: Karleny Cabrera
Ya es normal ver casos de personas que quisieran poseer más de lo que tienen, o adquirir lo que ven en otro. A diario se observan situaciones donde un ser humano desea y, en muchos casos envidia, aquello que su amigo, familiar ovecino obtuvo; ignorando así el porqué de esa adquisición o qué impulsó a ese individuo a gozar hoy día de ese bien.
El hombre se ha tornado intolerante al bienestar del prójimo; y anhela lo que observa hasta el punto de conseguirlo sea como sea. Después de adquirir lo que buscaba, entonces quiere algo más que ha mirado. Es que el problema no es lo que pueda conseguir, sino más bien hay un vacío dentro de sí que esas posesiones materiales no pueden llenar.
Cuando un ser humano pone su mirada en lo que los demás están obteniendo o logrando, no presta atención a las metas que, por sí mismo, ha alcanzado, y resta valor a aquello que, con esfuerzo y persistencia, ha alcanzado a lo largo de su vida.
Estas acciones y resultados son producto de la inconformidad y el descontento consigo mismo. Jehová nos creó con su mano poderosa, sin embargo, cada ser humano posee cualidades, metas, enfoques y estilos de convivenciadiferentes que hacen la vida de cada quien distinta.
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad” dijo el sabio Salomón en el libro de Eclesiastés, capítulo 1, versículo 2. Y mientras se siga andando en ese modo de vida, habrá en el corazón una necesidad que no se podrá suplir con nada que se pueda poseer, sino que el vacío existencial solo lo llena Dios.
Mejor resultado obtiene el hombre cuando lucha por sus propios ideales y valora en gran manera lo que posee. Alegrémonos del bien ajeno, seamos conformes con lo que podemos obtener con el esfuerzo de nuestras manos, porque en esa práctica encontraremos el tesoro de la seguridad y la personalidad propia que hacen distintivo a cada individuo.