Por Sergio Acevedo.
Rep. Dom. -Desde los albores de la Revolución Industrial, proceso histórico que marco el advenimiento del modo de producción capitalista y que produjo un salto de naturaleza cualitativa y cuantitativa en la producción de bienes de consumo con la incorporación de nuevas técnicas en la producción de mercancías, trajo como consecuencia una nueva división social del trabajo.
Los cimientos de la Revolución Industrial están en la transición de los antiguos gremios de artesanos de la Edad Media en unidades de producción fabriles. En los gremios, los artesanos detentaron individualmente sus herramientas y materias primas, trabajando bajo supervisión de un maestro artesano. En la naciente industria, esos maestros artesanos dejaron de detentar la propiedad de los medios de producción, transformando los demás artesanos en trabajadores asalariados.
Hubo todavía otros factores que contribuyeron a la Revolución Industrial, como la producción rural doméstica, donde un comerciante llevaba materias primas para las familias transformándolas en mercancías, tarea por la cual se pagaba un monto de dinero por esa transformación.
A lo largo del tiempo, ese proceso se fue expandiendo y generando acumulación de capital, lo que promovió la fortaleza de la clase social burguesa, poseedora de los medios de producción, la cual se fue expandiendo y consolidando en los diversos estadios del proceso de producción y comercialización de bienes de consumo.
La burguesía naciente demando manos de obra a gran escala para hacerle frente a las necesidades de la producción, manos de obra que suplió el grupo de artesanos los cuales pasaron a ser trabajadores asalariados de los detentadores de los medios de producción.
Así nace la clase obrera, grupo social que produce la riqueza en el mundo, riqueza que es usufructuada de manera exclusiva por la burguesía en su condición de dueña de los instrumentos de producción y como consecuencia de la acumulación de capital por el burgués, resultante de la explotación de la plusvalía producida por el trabajador, consistente en el pago de un valor para la duración del trabajo menor que el producido durante toda su jornada.
La producción de plusvalía y la acumulación de capital permitieron inversiones en investigaciones científicas dirigidas a mejorar las técnicas de producción. El resultado principal de estas inversiones fue el surgimiento de una nueva maquinaria, movida inicialmente a vapor, y la utilización de nuevas materias primas, principalmente carbón y hierro. Esa nueva tecnología de maquinaria ahondó en la división del trabajo y amplió la explotación del trabajador, pues se produjo el aumento de la productividad creando la gran industria.
No obstante el gran avance que en todos los órdenes produjo la Revolución Industrial, las condiciones de vida de los trabajadores eran miserables debido a los bajos salarios, los niveles de insalubridad, lo que fue motivos de protestas y huelgas que obligaron a la burguesía a introducir algunas mejorías en las condiciones de trabajo en favor de los obreros.
La lucha entre la burguesía y los obreros dio origen a los sindicatos, una organización clasista se ocupa fundamentalmente de luchar por reivindicaciones sectoriales de naturaleza económica y social en favor de los trabajadores.
El sindicato es una organización Intermedia.
Constituyen una red de organizaciones diseminadas por todo el tejido social, las cuales están situadas entre la familia y el Estado, integradas por personas que se unen persiguiendo fines comunes, desligándose de toda individualización que operan donde la mano del Estado no llega o resulta insuficiente.
Se trata de asociaciones sociales, deportivas, sindicatos, centros educadores, etc., en donde el ciudadano actúa en forma autónoma en defensa de sus intereses específicos; podríamos entenderla como el espacio dentro del cual un ciudadano se asocia libremente sin interferencia del poder público y político, donde es vital el respeto a los principios de igualdad y alternabilidad evitando, de ese modo, las exclusiones, que son causas frecuentes de divisiones y conflictos.
Relación de la organización intermedia con el partido.
En una sociedad democrática, las instituciones tienen roles diferentes que deben ser respetados. La circunstancia de que un sindicato esté dirigido por miembros de un partido determinado, no le quita su autonomía en el diseño de sus políticas y en su capacidad de lucha por el logro de los objetivos presupuestado.
El partido y el sindicato son organizaciones diferentes, tienen propósitos distintos aunque en determinados procesos se registren algunas coincidencias. El sindicato lucha por objetivos sectoriales, limitados a la clase que lo representa, mientras que el partido es una organización amplia que reúne a una gama de ciudadanos diversos que luchan por la conquista del poder político.
Son organizaciones distintas, el partido no puede imponerle ningún criterio al sindicato, a no ser que se pretenda actuar bajo la influencia de la fórmula leninista, en la que hay una separación teórica y una fusión práctica del sindicato con el partido.
Esta fórmula señala que el sindicato es una organización de masas y el partido la vanguardia del proletariado, de modo que el sindicato se convierte en correa de transmisión de las masas al partido. Es la tesis de «domesticación» del sindicato.
Como se trata de instituciones distintas, es natural que en ocasiones surjan contradicciones en determinados movimientos tácticos y en la aplicación de algunas líneas programáticas. Porque no puede el sindicato renunciar a sus metas bajo ninguna circunstancia, so pena de que pudiera perder su esencia gremial y, consecuentemente, desaparecer. Eso lo debe tener presente el partido que aspire a influenciar entre esa inmensa cantidad de organizaciones intermedias.