Editorial periódico Camino.
Al pasar los años miramos hacia atrás buscando explicaciones de realidades sociales que se vivieron y que marcan una diferencia abismal con la actualidad.
No es como dice la canción, que buscando en el baúl de los recuerdos, cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Es que los hechos negativos que nos aturden cada día nos llevan a buscar la diferencia entre el ayer, y hoy.
En el caso de los jóvenes de las décadas 70 y 80, por fijarnos en un período determinado, encontramos muchachos y muchachas con ideales.
En los barrios y campos teníamos los clubes culturales, entidades en donde ellos encontraban formación y compromiso comunitario. Estas organizaciones los motivaban a la lectura y a ser estudiantes excelentes, personas respetuosas y solidarias. Su buena conducta era el carnet de identidad dentro de la sociedad.
A nivel religioso, participaban en la pastoral juvenil que los llenaba de valores y trascendencia para fortalecer su entrega a los demás.
Hoy nos encontramos con muchos jóvenes descarriados, que no encuentran en sus padres el ejemplo a imitar. El consumo de sustancias prohibidas, los ha convertido en zombies, que van por las calles perdidos en el tiempo, mirando hacia el frente, sin encontrar dónde posar su mirada, y cuando llegan a ese estado de trastorno mental son capaces de cometer las acciones más abominables.
Llegó el momento de pasar de los lamentos a las acciones concretas que impidan continuar por este derrotero.
Cómo es posible que hasta en el campo más apartado haya puntos de drogas, ante la mirada indiferente y hasta cómplice de quienes
deben eliminar estos espacios destructores de nuestro jóvenes.
Busquemos la raíz de este deterioro social antes de que sea muy tarde. Trabajemos en favor de una juventud sana. Ahí está la esperanza de la Patria.
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