Opinión

Lucildo Gómez: un estoico en política

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Por: Luis Córdova

 

En la historia de la política hay un texto que resulta apasionante, “Pro Licinio Murena oratio”, la defensa que luego de un proceso de competencia debe hacer Cicerón sobre quien fue su oponente.

Es el precio de vencer, de ganar.

Lucildo Gómez ganó cuando la aventura del PRM iniciaba. Sus compañeros eran unos pocos cuando dio el paso para ser fundador. Entonces no solo se debía sumar adeptos, sino construir estructuras y convencer de que la nueva organización era diferente -distinta en forma y fondo- al PRD de donde habían salido.

Para esa causa aportó Lucildo su temperamento, su talante y sus capacidades. Dio su nombre, su prestigio, su prudencia. Supo erigirse en los hombros de un equipo que le valoró y con quien el tiempo le pasará balance.

Modesto, discreto, observador, conoce del material del que están hechos los humanos. No hablo de su regia formación académica: Ingeniero Agrónomo, Doctor en Farmacia, Abogado y comunicador de amplia trayectoria, cubriendo desde campañas electorales, hasta ejercer comunicación desde el poder -mucho más complejo cuando el gobernante es una personalidad como la Hipólito Mejía- o cuando se tiene de frente un proceloso mar de alterados egos.

Ahora que los políticos se afanan en “lo interno”, nos quedamos en la incertidumbre de si este tiempo nuevo evoca a Roma, donde ganar sigue teniendo amargas recompensas.

Mantenerse incólume es de sabios, apostar al tiempo, aunque a veces las manecillas del reloj castiguen, traerán  también horas de glorias: el reto es saber ser, en cada ocasión.

Lucildo, a quien me une una amistad nueva pero genuina, muestra en privado lo mismo que en público: un estoico que ve los sacrificios como parte del proceso y no como destino.

Con tranquilidad escucha los estertores de discursos vacíos, recibe abrazos fugaces, da su cara a sonrisas falaces. Sabe abrazar al justo, premiar al leal y extender la mano a quien las tiene limpias.

Lo soporta todo porque lo hace por convencimiento. Igual que lo estuvo cuando detuvo su peregrinar por Estados Unidos, Cuba, Europa y Vietnam, para sentar las bases de su próspera carrera profesional en el país en el cual cree; de esa misma manera se ha fijado en su Partido, y por las mismas razones: fe.

Ahora que es el único no reelecto en una directiva que aportó a triunfar, su desprendimiento manda una lección que ojalá sus compañeros comprendan, como Epicteto, nos dice: “Te conviertes en lo que le das a tu atención”.

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