Por ESPNDeportes.com
HOUSTON. Los jonrones no paraban de desaparecer sobre el muro del Minute Maid Park.
Siete cuadrangulares fueron conectados en el quinto partido, para establecer un récord de 22 en una Serie Mundial — y con la posibilidad de dos duelos más por delante. Veinte y cinco carreras fueron anotadas en un juego que fue abierto por Clayton Kershaw de los Dodgers y Dallas Keuchel de los Astros, ambos ganadores del Cy Young y de los mejores lanzadores de las Grandes Ligas.
Después de una temporada en la que los bateadores eclipsaron a sus predecesores de la Era de los Esteroides en la suma de jonrones, hay una sensación de que hay algo extraño con las pelotas.
“La queja principal es que las pelotas parecen algo distintas en la postemporada, incluso de la postemporada a la Serie Mundial”, declaró Justin Verlander el domingo, dos días antes que suba al montículo para el sexto juego e intente cargar a los Astros a su primer título. “Están un poco escurridizas. No te queda otra que lidiar con ello. Pero no es solo un pitcher el que ha salido a decir, ‘aquí hay algo diferente’. Creo que es una opinión generalizada, ‘wow, aquí hay algo que no está bien’”.
Una cifra récord de ocho cuadrangulares fueron conectados en el segundo partido, incluyendo cinco en extra innings. Y los siete jonrones del quinto juego hubieran empatado el récord previo. La victoria 13-12 de los Astros, consumada en 10 innings el domingo, fue el segundo juego con más carreras en la historia del Clásico de Otoño.
Esto fue lo que Keuchel dijo tras el segundo partido: “Es obvio que las pelotas tienen algo”.
Pero no es tan obvio para todos, inclusive en medio de la escalada de jonrones.
“Personalmente, no he notado nada. Tampoco me pongo a analizarlo”, dijo el relevista de los Dodgers Brandon Morrow tras permitir dos jonrones en el quinto juego. “No es el tipo de cosas que quieres ponerte a pensar”.
Kershaw compartió el mismo criterio, pese a que acababa de permitir su octavo jonrón de esta postemporada, un récord personal.
“No presto atención a ello”, dijo el as zurdo. “Solo asumo que los dos equipos lidian con ello, así que no me preocupa”.
El bombardeo de jonrones este año dejó atrás los 21 de la Serie Mundial de 2002. Anaheim sacudió siete y Barry Bonds y los Gigantes de San Francisco conectaron 14 en siete partidos. Eso fue el año previo al inicio de los controles antidopaje.
Las conjeturas de que algo ha cambiado incluyen un estudio que asegura que encontró diferencias en el tamaño y dimensión de las costuras de las pelotas desde el receso por el Juego de Estrellas de 2015.
“Sé que se habla bastante de diversos tamaños y que algunas de las pelotas son un poco más grandes o un poco más chicas. Algunas de las costuras son más altas, otras más abajo. Pero no hay consistencia”, dijo Rich Hill, quien abrirá el sexto partido por los Dodgers. “Creo que es algo que obedece a las condiciones — si hace más frío, pues estarán resbaladizas. Si hace calor, pues te vas a encontrar con algo más de humedad en las pelotas”.
El comisionado Rob Manfred insiste que no hay nada pérfido con las pelotas.
“Estoy plenamente confiado de que las pelotas que estamos usando cumplen con las especificaciones”, dijo Manfred el viernes.
Verlander rechazó esa afirmación.
“Sé que el señor Manfred dice que las pelotas son las mismas, pero creo que hay suficiente información disponible que indica que eso no es cierto”, señaló el lanzador.
Verlander tampoco cree que sea algo que tenga que ver con la forma cómo las pelotas son frotadas antes de los juegos.
“Sé que el béisbol usa el mismo barro para cada pelota en cada juego que se disputa”, dijo. “Creo que hay algo más profundo que no estamos tomando en cuenta”.
Cuando asumió como comisionado en enero de 2015, Manfred habló sobre el declive de la ofensiva en los últimos cinco y que eso sería un tema a analizar.
La producción ofensiva empezó a repuntar durante la segunda parte de la temporada, y un récord de 6.105 jonrones fueron conectados este años, un 2,4 por ciento más que la previa marca de 5.963 fijada en 2000 en el apogeo de la Era de los Esteroides.
“Es bastante claro”, dijo Verlander. “Creo que nuestro comisionado señaló públicamente que quería más ofensiva en el béisbol. Y estoy bastante seguro que no estoy inventando declaraciones cuando lo digo”.
Pitchers como Johnny Cueto (San Francisco) y Marcus Stroman (Toronto) han planteado que las pelotas han cambiado, con Stroman asegurando que las bolas más resbaladizas han propiciado un incremento de casos de ampollas en los lanzadores, algo que afectado varias veces a Hill en las últimas temporadas.
Brent Strom (Houston) y Rick Honeycutt (Dodgers), los coaches de pitcheo de la Serie Mundial, mencionaron a la revista Sports Illustrated que la condición escurridiza de las bolas hace más difícil para lanzar los sliders.
“Todo el mundo puede opinar lo que quiera”, dijo el manager de los Astros A.J. Hinch. “Yo no veo la gran diferencia, pero no voy a entrar en una guerra de palabras con coaches y jugadores que piensan de otra manera”.
El manager de los Dodgers Dave Roberts expresó un criterio similar, pero reconoció que los récords de jonrones han captado su atención.
“Los pitchers hablan de que la sienten de forma distinta en sus manos. El elemento es lo resbaladizo y pitchers en diferentes estadios la frotan en forma diferente”, dijo. “A mí parece que es la misma. Pero no se puede argumentar frente a los números. Hay más velocidad. Los bateadores hacen contacto más fuerte. Tuvimos aire más liviano en Los Ángeles. Hacía calor. La bola viajó más de lo normal. Pero no me atrevo a analizar más, porque realmente no sé”.