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Más que frías estadísticas, a propósito de la violencia de género

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Por: Cándido Almánzar

En la República Dominicana, la violencia de género se ha convertido en un problema que ha calado de forma muy alarmante en la población. Casi a diario la sociedad es impactada por aterradore hechos en que resulta asesinada una mujer de manos de quien se supone debía ser su complemento de vida: su pareja sentimental.

Frecuentemente nos encontramos en los medios de comunicación con nuevos acontecimientos en que una mujer resulta despojada de su vida mediante métodos horrendos que nos han llevado a perder, incluso, la capacidad de asombro.

promedio anual de homicidios en que las víctimas son mujeres y sus victimarios sus parejas sentimentales son verdaderamente preocupantes. En nuestro país, se podría decir que son alarmantes, pues los informes recientes ubican la cifra en más de cien muertes violentas cada año, en una nación de algo más de diez millones de habitantes, comparada con España, de casi cincuenta millones de personas y en donde la cifra promedio anual es mucho menor que la nuestra, lo que indica que en la República Dominicana, algo está sucediendo en cuanto a la relación hombre-mujer, que va más allá de las frías estadísticas.

El caso de una jovencita de apenas 16 años en la provincia Duarte, en estado de gestación, estremeció la sensibilidad de la población al ser encontrada sin vida, empaquetada en una maleta con signos de violencia que describían una escena dantesca.

Tras intentar esquivar la responsabilidad que implica tener hijos, su pareja, un joven que pudo haber tenido un futuro brillante, optó por la peor de las salidas: asesinar a quien para él representaba un cambio de vida y de rutina de forma radical. El golpe del asesinato de la joven fue más frustrante para la sociedad dominicana, tras develarse el intento fallido por ocultar el hecho mediante una trama que enlodó aún más la ya afectada sensibilidad social.

Otro ingrediente se viene presentando en los últimos tiempos: se ha hecho común que el hombre que comete crimen contra su pareja, termina suicidándose casi inmediatamente después de cometer el hecho, enlutando doblemente a la sociedad que se siente ruborizada por la forma brutal en que muere la mujer y por el hecho de saber que no hay nada más que hacer con el victimario.

Es por eso que este mal va más allá de las frías estadísticas. Algo que está sucediendo con la cadena de valores que debe caracterizar a toda persona. Se está confundiendo el amor con el concepto de pertenencia. Muchos han llegado a creer, como hombres, que sus parejas son objetos destinados para ellos de manera exclusiva; no conciben la posibilidad de una separación, sino que por el contrario están tomando como única salida, terminar con la vida de ambos, antes que resignarse a una separación.

La historia registra cómo muchas de nuestras mujeres han sido mártires de los principales procesos de lucha. El ejemplo más palpable lo tenemos en las mariposas, que tras luchar contra la tiranía, recibieron una muerte brutal por su postura política a favor de la libertad y la democracia, lo que llevó a la declaratoria del Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre, fecha en que en el año 1960 ocurrió el triple asesinato contra las hermanas Mirabal.

Pero en los últimos tiempos, la mujer ha pasado a ser mártir de algo que muchos han confundido con amor. Es ahí en donde hay que enfocar el trabajo que debe realizarse con urgencia. La relación de pareja no debe fundamentarse solo en una atracción que más tarde se convierta en decepción. El amor puro va mucho más allá. Es un sentimiento de respeto, que conlleva a que hombre y mujer sean un complemento de convivencia.

Es tanto lo que ha calado este gran mal, que hasta un nuevo término se ha introducido en el lenguaje: feminicidio, el cual –no obstante, no existir en el diccionario- se ha acuñado para referirse al homicidio cometido contra una mujer, porque se ha vuelto tan común esos casos, que ha tomado nomenclatura propia.

Hay que insistir en la cadena de valores antes mencionada. Si nuestra sociedad no se encamina a crear de manera individual y colectiva, un empoderamiento en los valores humanos que permiten una sana convivencia, el futuro se tornará cada vez más incierto.

No se puede permitir que nuestra sociedad continúe siendo afectada por los antivalores que llevan a tomar las soluciones más extremas como si fuera la única vía de solución de los conflictos personales. La decisión de eliminar físicamente a una persona, la toman aquellos que están desprovistos de valores: cristianos, humanos, sociales, morales, éticos, ciudadanos.

Debemos concentrarnos más en el fortalecimiento de la formación integral. Debemos ser más y mejores hermanos, más y mejores amigos, más y mejores vecinos, más y mejores trabajadores de la fe y de los valores. Si crecemos en valores, es muy difícil que por nuestras mentes pasen pensamientos extremos. Por el contrario, si fortalecemos nuestros valores, sabremos buscar las mejores soluciones para los peores problemas.

La violencia de género, en que las frías estadísticas a las que nos hemos referido, tienen un balance negativo en contra de la mujer, debe ser erradicada de la sociedad. Solo educando, formando, dirigiendo y construyendo valores, se podrá lograr. Siendo espejo para los demás, desde el más encumbrado servidor público hasta el más humilde ciudadano, debemos constituirnos en ejemplo.

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