Por: José Cerda
Los pasos van marcando el camino, el polvo al elevarse, se lleva las huellas y, con la boca seca, hundidos pómulos, tiesos ojos de mirada perdida, piel quemada por el inclemente sol, en plena agonía, se escapa la vida y me pregunto si en tan intensa quietud y desconsuelo, si en tan abrumadora soledad ¿Hay espacio para el recuerdo?
¿Después de tanta tragedia, quedará razón para discernir sobre lo que pasó?
Ver hacia atrás, antes de que la ambición llenara los sentidos y el lucro se convirtiera en la razón primaria, sin importar más nada, sin escuchar los gritos desesperados que premonitoreaban las consecuencias.
No importó que las lluvias se hicie
ran violentas, que debilitaran el concreto, ahogaran como nunca antes el pavimento y recorrieran con velocidad extrema por la intimidad tibia de las alcobas, llevándose los sueños y el sudor de mansos y cimarrones.
No importó que la tierra crujiera hasta cambiar los sentidos, que el mar con sus olas arropara las ciudades, que el viento con su silbido mortal revestido de furia inusitada, sin esperar especiales temporadas, sin anuncios ni advertencias se presentara, llevándoselo todo sin permiso, en breves segundos que parecían eternos, desapareciendo, borrando todo lo que con tanto esfuerzo, se había construido u obtenido.
¿Quedará tiempo para pensar?
¿Para pedir perdón a la madre naturaleza?
¿Es posible reinvertir el desequilibrio y hacer que lo depredado pueda ser repuesto?
¿Aún es posible construir un camino más seguro y armónico para que la vida en todas sus manifestaciones pueda seguir habitando en este planeta que nos acoge y sostiene?
Es de todos la responsabilidad de construir ese camino, pero de cada uno es el compromiso.
!Asumamos la parte que nos toca!
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