Por Luis Córdova.
Mi padre rebasa los ochenta años y, momentos antes de realizar su más reciente viaje a los Estados Unidos, su preocupación era si podía utilizar todas las funciones de su celular conectándose vía wifi.
Mi sobrino, su nieto, le explicó que no había problemas, que podía funcionar igual y aprovechó para explicarle algunos trucos de conexión y demás aplicabilidades. Pareció descargado.
Una sonrisa de adolescente le afloró. Mi hermana y yo también reímos al comprender que no le preocupaba en lo absoluto pasar casi cuatro horas surcando los aires hasta colocar sus dominicanos pies en Newark, las alternativas de medicamentos en casos de imprevistos o alguna otra cosa que pudiese suceder: sus preocupaciones, al igual que la de muchos, es tener activo y disponible su móvil.
Los profesionales de la conducta se empeñan en la solidificación conceptual de una nueva fobia, la de no tener el celular a la mano, denominada “nomofobia”, un término, que abrevia la expresión inglesa “no-mobile-phone phobia”.
Ciertamente resulta más que curiosa esta dependencia. Numerosos periódicos del mundo califican de “histeria”, las veces en que por alguna siempre secreta causa se suspende globalmente el servicio de mensajería WhatsApp, aún sea por unos minutos. Los testimonios de compañeros de trabajo que se vieron “severamente afectados” porque ésta (no la única, pero si en la que se estancaron en utilizar) es la vía por la cual desarrollan sus principales actividades: así, sin antes averiguar un poco más, desinstalaron y volvieron a descargar la aplicación buscando alguna respuesta, al más reciente “apagón whatsapiano”.
La tecnología nos cambió. Leyendo de este fenómeno encontré un estudio realizado en España, allí la nomofobia se está documentando desde el 2011, la medición con rigor científico de unas 2,163 personas, reveló que casi el 53% de los usuarios de teléfonos móviles tienden a sentir ansiedad cuando “pierden su teléfono móvil, se les agota la batería o el crédito, o no tienen cobertura de la red”. También revela que alrededor del 58% de los hombres y el 48% de las mujeres sufre de la fobia, y un 9% adicional se siente estresado cuando sus móviles están apagados.
Lo curioso es que la investigación también ha demostrado que los niveles de estrés de una persona con nomofobia son equiparables con los nervios que se tienen el día antes de la boda o de la visita al dentista. Respecto de las razones para que la ansiedad se manifestase, el 55% afirmó que era por el hecho de estar “aislado” de las posibles llamadas o mensajes de familiares y amigos, mientras que un escaso 10% afirmó que la causa era su trabajo, ya que le exigía estar conectado permanentemente.
La media del uso de smartphones (teléfonos inteligentes) es de 34 consultas al día y los síntomas de este trastorno van desde la sensación de ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza y dolor de estómago.
Pero, viendo las reales necesidad y las enormes carencias: hasta qué punto califica como fobia en su definición clásica de “miedo irracional”, o es que acaso el hombre y mujer de estos tiempos evoluciona con un Smartphone ante sus ojos, la cabeza baja e ignorando el entorno: ¿estar conectado a su mundo, sin importar lo desconectado del nuestro?
Mientras tanto aprovecho las videollamadas para ver a mis familiares en tierras lejanas, con mi padre Plutarco, feliz de disfrutar unas vacaciones estando allá y aquí al mismo tiempo, construyendo un particular mundo, sin edad y sonriente.