Opinión

Nos alegramos

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Por Editorial Semanario Camino.

Rep. Dom. -Monseñor Juan de la Cruz Batista y Monseñor Juan Evangelista Disla celebraron el pasado 15 der junio 60 años de vida sacerdotal. Su entrega al servicio del Reino ha sido fructífera. Decenas de comunidades del campo y la ciudad han escuchado el mensaje el Señor a través de estos dos testigos de su Palabra. Son hermosos los pies del mensajero que pregona la paz.

Han sido seis décadas de entrega. Mao, Tamboril, Luperón, Imbert, Moca, Guananico, La Isabela, Mamey, y otros pueblos recuerdan con cariño el paso de estos dos presbíteros que dejaron huellas de bien en favor de los feligreses que tuvieron la oportunidad de caminar juntos viviendo el Evangelio.

Felicidades queridos sacerdotes. Dios recompense el trabajo realizado en favor de su pueblo.

Que su ejemplo de vida sacerdotal sea un estímulo para que otros se animen, con la gracia de Dios, a continuar llevando las bienaventuranzas, porque la mies es mucha y los obreros son pocos.

Los estamos perdiendo
Hay jóvenes que parecen ancianos cuando aun sus años no llegan a los 20. Sus rostros desfigurados y la mirada perdida son el retrato que vemos a diario por nuestras calles. El vicio los ha consumido.
La sociedad actual ha secuestrado sus sueños y esperanzas. Le ha cerrado los caminos de un desarrollo integral. Lo empuja hacia el abismo. Y no encuentran en sus hogares la savia para crecer sanos porque allí lo que abunda es la violencia y el desasosiego.
Con pesar tenemos que observar como esta realidad se convierte en un abono fértil para que caigan en la delincuencia, cometiendo actos criminales que espantan.

Su participación en actos delictivos cada día es mayor. Un estudio realizado por el Proyecto Alerta Joven, de la USAID en 2015, establecía que de cada 10 delitos registrados en el país, seis son cometidos por menores de 24 años.

El dato es para reflexionar profundamente y buscar los correctivos de lugar. No esperemos que la situación nos arrope y tengamos que sufrir las consecuencias infernales que padecen algunas ciudades centroamericanas, en donde tantos jóvenes perdieron el rumbo de su vida y hoy, la violencia en todas sus manifestaciones, es el tormento de esos pueblos, provocada por jóvenes rebeldes sin causa.

Todavía hay tiempo de brindarles oportunidades de estudio, trabajo, deportes y recreación sana. Que nadie les marchite su presente y su futuro.

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