Por Editorial Semanario Camino.
El vacío existencial por el cual está atravesando un segmento importante de la juventud dominicana es motivo de preocupación. Cada día encontramos jóvenes envueltos en las aguas turbulentas del consumo de sustancias ilícitas, alcohol y tabaco. Antes, sólo eran los muchachos, ahora también las muchachas han caído en este gancho.
Hoy es frecuente ver no solo en los barrios, sino en la zona rural, jóvenes que los fines de semana se reúnen en una esquina, tomando toda clase de bebida y obstaculizando el tránsito vehicular.
Las consecuencias de estas acciones las estamos cosechando: Centros educativos en donde los lunes, maestros y maestras presencian la resaca de los estudiantes. El bajo rendimiento académico, deterioro de su salud, y casos de conflictos y violencia que aumenta cada día.
Ante este panorama, vemos con tristeza cómo los nobles ideales que deben marcar la vida de nuestros jóvenes se escapa. Las fuerzas de estos años juveniles se están encauzando por caminos equivocados. Muchos adultos han hecho de nuestros jóvenes veletas que el viento mueve hacia el precipicio y la perdición.
Qué falta nos hace recordar el mensaje del Papa Francisco dirigido a los jóvenes de Paraguay, en julio del 2015. Allí les dijo: “Felicidad y placer no son sinónimos. Una cosa es la felicidad y el gozo, y la otra es un placer pasajero. La felicidad construye, es sólida, edifica. La felicidad exige compromiso y entrega. Ustedes son muy valiosos para andar por la vida anestesiados.”
Es triste ver cómo en nuestro país tenemos sectores que están anestesiando a los jóvenes. Solo les importa enriquecerse a cualquier costo. Los están envenenando con sus malas conductas.
Es tiempo de rescatar a nuestros muchachos y muchachas, de ofrecerles oportunidades de tener un crecimiento integral.
Solo así tendremos la Patria que soñamos.
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