Editorial periódico Camino.
La alegría que se vive en los aeropuertos dominicanos en estos días es contagiosa. Familiares y amigos están recibiendo a parientes que residen en diversas ciudades de Estados Unidos, y en otras partes del mundo.
Los que se marcharon un día a otras latitudes buscando un mejor destino aprovechan el verano para volver a la tierra que los vio nacer, y aquí compartir recuerdos, nostalgias, y también fortalecer las amistades que forjaron en sus años de infancia.
Deseamos a todos, y todas una estadía feliz, a la vez que les sugerimos tomar las precauciones necesarias para evitar llenar de tristeza sus merecidos descanso y diversión sana siendo víctimas de atracos y otros hechos de violencia.
Les sugerimos manejar con prudencia y mucho cuidado porque aquí las calles y carreteras se han convertido en una selva. Chofer, conductores, motoristas, transitan por vías contrarias como si fuera normal. Para ellos la luz roja del semáforo es un juguete la violan constantemente provocando accidentes fatales. El irrespeto a las leyes de tránsito se ha hecho una rutina, y lo peor es que no hay consecuencias.
Cuídense de no ser víctimas de los actos delincuenciales. Duele decirlo, pero nuestro país no es el mismo que ustedes dejaron en donde el respeto a los demás, y el mandato divino de no robarás definían nuestra identidad. Hoy la situación es distinta. Para muchos lo incorrecto es lo normal. Y en esta nueva realidad un segmento de la clase política ha sido culpable por su mal ejemplo.
Pero nos llena de esperanza comprobar que a pesar de estos males, la mayoría de nuestra gente continua siendo noble, generosa y hospitalaria. Los valores que sembraron nuestros padres y madres en nosotros permanecen y nos hacen sentir el orgullo de ser domini-
canos, y dominicanas. Por eso con todo el corazón cantamos: No hay tierra tan hermosa como la mía. Y yo te admiro aunque lejos de ti adorada Quisqueya de ayer… Dominicanos y dominicanas, que nos visitan, que pasen unos días felices.
Bienvenidos a su tierra.
