Por Semanario Católico Nacional.
Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo. Fue una iniciativa de san Juan Pablo II, quien la instituyó el 13 de mayo de 1992.
Dentro de sus objetivos tiene el sensibilizar al pueblo de Dios, y por consiguiente a las varias instituciones sanitarias católicas, y a la misma sociedad civil, ante la necesidad de asegurar la mejor asistencia posible a los enfermos.
Reflexionando sobre el mensaje que el Papa Francisco nos trae para esta Jornada, pensamos en la precaria situación de tantos enfermos en nuestro país, que están huérfanos de una seguridad social que los ampare ante la situación que padecen.
Los medicamentos están cada vez más caros y estos ciudadanos, por su penosa situación económica no tienen acceso ni a ellos, ni a los grandes avances de la medicina.
Ahí tenemos un segmento importante de los pensionados, cuyo grito llega al cielo cada vez con mayor volumen al contemplar que el dinero que reciben de parte del Estado, después de haber consumido su vida prestando diferentes servicios, no les alcanza para comprar los medicamentos básicos y permanentes.
Esto contrasta con las escandalosas pensiones que reciben otros empleados agrandando cada día más la brecha entre ricos y pobres, y esto genera violencia.
Al celebrar esta Jornada, vaya nuestro reconocimiento a tantas religiosas, y otras personas de buena voluntad que se entregan sin reservas a cuidar a los enfermos, brindándoles cariño y comprensión.
Que santa Madre Teresa de Calcuta nos sirva de modelo para ver y respetar la dignidad de la persona en esa etapa de su vida, porque como afirma el Santo Padre, hablando de esta extraordinaria mujer.
La misericordia ha sido para ella la “sal” que daba sabor a cada obra suya y la “luz” que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.
Su misión en las periferias de las ciudades y las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres, entre los pobres.