Por Luis Córdova
Algo, que aun los cientistas sociales no diagnostican del todo, está pasando con la democracia.
Marcha mal. Y ni siquiera los más optimistas pueden obviar sus crisis, su fatiga (como dicen los españoles), su quiebra e insuficiencia (como padecemos en esta media isla).
Antes de la pandemia, mientras ciudades de América Latina y otras latitudes ardían; los teóricos lucían atormentados, perdidos, se iban al pasado ya remoto del final de la Guerra Fría que pronosticaba una cálida paz que no llegó del todo.
El Covid nos pausó, ingenuos los que creyeron en que el duelo había vencido a la indignación.
Ahora que nueva vez inician movimientos, ahora que las grandes corporaciones mediáticas quedan en evidencia con su mutismo ante gobernantes que deberían ser cuestionados, ahora que líderes mundiales se solazan en pasados con medias verdades, sin que nadie recuerde las fake news.
La pregunta cae de golpe, ¿qué le pasa a la democracia?
Los índices se deterioran por ejemplo, en 2011 el 49% de los países del mundo vivía bajo regímenes que eran considerados autoritarios, en 2022 es el 70%.
¿Por qué elegimos cómo elegimos? ¿Por qué vence la mano dura (sea derecha o izquierda)?
Finalmente una pregunta terrible, quizás tanto como su posible respuesta: ¿Qué le pasa a la democracia?
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