El estado de pobreza en que viven tantas personas en el mundo es una espina que llevamos en el corazón, los que anhelamos tener una sociedad más igualitaria, basada en el mandato divino de amarás al prójimo como a ti mismo.
Esta condición de marginalidad social se hace más evidente en esta época del año. El derroche de unos pocos contrasta con la estrechez de los empobrecidos.
En estos días navideños vemos escenas dolorosas cuando miles de personas van mendigando una limosna para celebrar la Noche Buena, como si no existieran otras noches buenas o mejores.
No olvidemos que la dignidad de un ser humano no se puede encasillar en la brevedad de unas horas. La alimentación, salud, vivienda, educación y trabajo, deben estar cubiertos siempre.
Es urgente trabajar para sentar las bases de una sociedad basada en la justicia. Crear políticas sociales que vayan dejando atrás las prácticas asistencialistas que envilecen, y van perpetuando condiciones de vida deplorables.
Es hora de fomentar la solidaridad verdadera, aquella que está al servicio del que sufre. Que no solo el 24 de diciembre los pobres tengan una nochebuena, sino también todos los días.
Esperamos que la alegría que sentimos por el nacimiento del Redentor de la humanidad, sea compartida, y que el espíritu de generosidad, ternura y perdón que estos días se anidan en el corazón de tantos seres humanos, permanezca para siempre.
¡Feliz Navidad!