Opinión

Ramón Marrero y la “confraternidad” que se traga misterios y soledades

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Por Luis Córdova.

Ramón Marrero es un perseguidor de momentos. Para este miembro fundador del Grupo Fotográfico de Santiago (GRUFOS), la fotografía es un medio dual, en el que constantemente se desdobla y se desata en un artista del lente de altísima sensibilidad poética y en ese otro que paralelamente desarrolla junto a la técnica en la honorable fotografía de carácter profesional y comercial. Pero todas sus fotografías son un reflejo del instante preciso, de un tiempo que cifra la contemplación, para desembocar en una propuesta madura de sentido y de envidiable composición colorista.

Se ha destacado como una activista fotográfico de la ciudad de Santiago de los Caballeros y, de a poco o de a mucho, se ha convertido en un ojo viajante que se traslada por todas las latitudes que le sean permitidas, siendo siempre perseguidor de instantes y traductor de sentimientos. Ahora entiende que es el tiempo de juntar sus rutas y detenerse en el camino para ofrecer una nueva muestra individual.

La primera de sus individuales fue “Confraternidad”, un planteamiento que explora el sentido de la vida, que nos aboca, acaso como única razón de la existencia humana, la necesidad de colaboración. Entonces surgen, como surgen el fuego y la cadencia de los nacionales de Haití, las palabras de Jacques Roumain: “Ayudarse es la amistad de los desamparados”. Esa es la confraternidad necesaria, de la que este fotógrafo dominicano nos elabora su tesis en unas imágenes que se traducen en fragmentos de la realidad, en nociones de la sobrevivencia, en esa calle que de repente se convierte en refugio de la vida.

La gente de este lado de la isla queda como espectador. Marrero va descubriendo desde el asombro, revalorizando la huella infinitesimal que nos convoca a la identidad. La negritud de los protagonistas le impregna coherencia cromática a la muestra. La piel que va cubriendo los sentidos de este artista se aleja de alguna conceptualidad racial y va directamente a lo humano, cuestión ésta que nos lleva a pensar en el “Ontologismo” de Gioberti (filósofo italiano del siglo XIX) que pretendía explicar el origen de las ideas mediante la adecuada intuición del Ser absoluto.

La mano que se extiende o se niega no importa en esta primera individual de Ramón Marrero. La voluntad de descubrir una vez más lo descubierto y dejar que sea su lente la que se trague los misterios y soledades, es un oficio que él deja a los que se atrevan ver “Confraternidad” y permitir que esta muestra se convierta en una exploración a los sentidos, una exploración que nunca ha de concluir.

Ver las fotografías de Marrero es, en gran medida, retratar el interior isleño que negamos y profesamos.

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