Opinión

Recuerdos de Don Antonio Keka

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Por: Jhonny Lama

Antonio Keka (o “Queca”, la grafía es lo de menos), así llamaban a esta, persona por la cual tuve particular respeto y predilección dentro de quienes conformaban el vecindario en el cual nací y crecí, mi barrio: Los Pepines.

Había en el barrio un sinnúmero de talleres de zapatería, grandes y pequeños, en los cuales trabajaban infinidad de artesanos y maestros de este oficio, los cuales tenían un perfil muy peculiar que los caracterizaba; entre esos detalles que los distinguían estaba su predilección por la música y también las parrandas y los tragos.

Era ordinario verlos juntarse con regularidad para compartir buenos momentos, en los cuales no podía faltar la música,  además de las botellas de ron; en estos encuentros participaban reconocidos zapateros que tocaban o cantaban;  entre estos habitués, recuerdo a  Pelén, Nonino (quien también era luthier),  Luis La Cuyaya (timbales) Felito El Feo (bajo), Narciso y Pelencho (guitarras) quienes no eran zapateros … así como muchos otros que mi memoria no alcanza. El más insigne de todos era don Piro Valerio: zapatero de oficio, compositor y guitarrista.

Uno de los lugares en donde se daban estos convites músico-etílicos era la barbería de Mon Vargas, en la calle Cuba; precisamente frente a esta peluquería vivía otro zapatero, quien tenía su propio taller, llamado Antonio Keka.

Siempre vi a don Antonio como una persona un tanto diferente y especial en el ámbito barrial: vestía de forma correcta e impecable y de igual forma era su trato. No lo recuerdo tomando públicamente (como era común entre ellos) y, mucho menos, verlo borracho.

Aún cuando yo era un muchachito carpetoso, siempre me saludaba con afecto y con una expresión de alegría en su rostro. En una ocasión, hubo una situación perturbadora en el barrio provocada por un sujeto que fue policía y desempeñaba una función de caliesaje en el gobierno de los doce años. Su casa fue apedreada. En represalia,  el barrio fue militarizado, buscaron y/o apresaron a varios de los más connotados “caco calientes” y, en un incidente, fue baleado mortalmente Elpidio Burgos.

La noche de ese hecho yo iba a comprar algo en el colmado de Tito (Cuba con A. Michel) cuando sonaron los disparos: frente a mí, en la acera opuesta, cayó de rodillas La China, porque una bala le impactó en una pierna. Don Antonio salió de su casa y me resguardó. Nunca olvido la imagen de Elpidio tirado en el asfalto y un guardia con un pie sobre él.

Abandoné Los Pepines y me desconecté un poco de su día a día, pese a que mi mamá vivió allí hasta el último de sus días.

Por eso perdí mi conexión con su entorno social y, particularmente, con don Antonio Keka. Hace unos años, comencé a escuchar que “donde Keka hay son todos los domingos”. La voz fue corriendo y la actividad fue creciendo y atrayendo seguidores de esta música de otros barrios e, incluso, gente de otras ciudades y hasta turistas que llegaron a curiosear.

Hoy, el “Son de Keka” se ha convertido en un atractivo turístico y en una especie de patrimonio cultural de Santiago. A su fundador se le ha reconocido públicamente por parte de las autoridades edilicias y su rostro fue eternizado en uno de los murales del sector.-

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