Por: Luis Córdova
La ciencia, preocupada por la fertilidad de los humanos, ha desarrollado distintos métodos. Desde la escuela me ha llamado la atención el nombre de este que, según me dicen, es casi olvidado: “del ritmo”.
Y es que esta nación, en esencia, es ritmo. Las cosas tienen su compás, “ni muy lento ni muy violento” recomienda las sabias escrituras del tigüeraje; se debe aprender a bailar y, como en esta isla “por la plata baila el mono”, no es extraño que lo rítmico alcance, cuanto menos, categoría de asunto de estado.
Así, comprenderá quien se aventure al estudio de lo dominicano, que las reformas constitucionales tienen su propio ritmo.
Esta iniciativa, a diferencia de las anteriores, ha pecado de inobservar la cadencia. No se trata de bailar, sino de hacerlo bien.
Los votos no están en el congreso. La justificación de “justicia independiente” no alcanza para convencer, no porque resulte poco justa sino porque no respeta el ritmo: para bailar se necesitan dos y hasta ahora solo el presidente está dando pasitos en la pista.
¿Quién más quiere reforma? ¿Quién la bailará mejor?
De mesa a mesa, en la fiesta nacional, se ven bailadores haciendo señas en busca de pareja. Que nadie apegue la luz, como en las fiestas de antes