Por Roberto Valenzuela.
No teníamos programado escribir más (por ahora) sobre Nicaragua, pero he recibido cartas, comentarios, pidiéndome mi opinión sobre los gobiernos de Daniel Ortega, los que muchos lectores consideran peores que los de los Somoza.
Yo era un muchacho el día que se presentó a mi casa una dinámica joven, blandiendo un jarro y diciendo, más o menos, esto: “¡Un centavo para Nicaragua…!” Mi madre colaboró. Ella anotó su nombre. Al ver el apellido Valenzuela, dijo que éramos una familia colaboradora. Mis tíos, los vecinos colaboraron con una causa justa, la revolución que llevó al poder al comandante Ortega y que desalojó del poder a los Somoza, que había mantenido Nicaragua en el atraso. Era el país más pobre de América.
Como Nicaragua había quedado destruida por la guerra y 50 años de saqueo de los Somoza, la gente en el mundo daba sus aportes, ilusionado de que por fin iban a sacar el país de la miseria.
Los sandinistas gozaban de popularidad mundial, incluso, más que la Revolución Cubana. Lo digo con pesar (me considero un eterno marxista), pero rápido los santos se cayeron de los altares. Se dividieron. Comenzaron las persecuciones en contra de prestigiosas figuras sandinistas. El presidente Daniel Ortega llevó como vicepresidenta a su esposa y peleó con su hermano, Humberto Ortega, un pilar de la Revolución.
Más que cualquier debate, salta a la vista de todo el mundo que Nicaragua está peor que cuando triunfó la Revolución en 1979.