Por: Luis Córdova
Resulta que, como en una trama de cine mudo, hay que ir descifrando señas. No cuadran los números que han dado los encargados del programa de asistencia social, cuyo cambio sustancial ha sido, eso percibimos desde fuera, su nuevo nombre.
Se ha venido tratando el tema como si lo importante fuera el objeto: robaron tarjetas.
Para quienes malviven, la pírrica cantidad de mil y tantos pesos, significa una fortuna que se resisten a perder pero que la perdieron. Aunque se les repongan la verdad es que el hambre más urgente, las medicinas imprescindibles, el colmado que cristianamente fía, ninguno, esperan.
No robaron tarjetas, robaron urgencias. Robaron bálsamos para la insondable herida de haber nacido pobre.
Nadie parece saber ni a cuántos ni cuánto fue. Suficientes miserias hemos tenido. Supérate ha sido mentira para quien tiene que renovar la fe y hacer una fila que nunca acaba, como el hambre. Mientras se tolera el momento en el fondo se escuchan los políticos de siempre, preparando sus manjares con la impunidad y la desmemoria de cada día.