Editorial periódico Camino
Las tormentas y huracanes ponen al descubierto la pobreza en que viven tantas personas. Es un retrato fiel de esa condición de margina social. Vemos como cada temporada ciclónica va dejando una suma de nuevos damnificados que son el resultado de torrenciales aguaceros y fuertes vientos que a una velocidad espantosa va dejando atrás una estela de dolor y tristeza. Pero hay otros vientos que son más fuertes nos referimos a las estructuras injustas de la sociedad en que vivimos que se convierten en fábricas de pobres y desolación permanente.
Lo peor de esta realidad es que nos vamos acostumbrando a ver esta marginalidad como algo normal. Lo ideal y justo es no esperar cada año para aliviar con limosnas y dádivas los daños provocados por estos fenómenos atmosféricos. Así no se resuelve el problema. Deberíamos sentir vergüenza de ver en la televisión y redes sociales personasviviendo en zonas de vulnerabilidad extrema mostrando sus carencias esenciales como si estuviéramos en el país más remoto del Planeta en donde todavía la miseria es parte de su existencia.
El abandono en que ven pasar sus días da la impresión de que estamos viviendoendospaísesdiferentes.En uno sus habitantes viven sin temor ante cualquier circunstancia y en otros están sobrecogidos frente a cualquier aviso de huracanes. Es que saben que perderán techos, ajuares y otros bienes y quedarán en la indigencia.
Llegó la hora de implementar políticas sociales eficientes dejando atrás el clientelismo y las prebendas medidas que solo hacen aumentar su condición de pobreza permanente.
Estemos claros, el crecimiento económico de una nación no tiene sentido si solo llega a un reducido sector. Es nuestro deseo de que un día las lluvias, tormentas, y huracanes no sean un presagio de angustia para los más necesitados.
Los daños causados por la tormenta Melissa nos llaman a multiplicar la solidaridad con aquellos que lo perdieron todo.
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