Por: Luis Córdova
Quizás algún avispado lector pueda creer que me remito a una metáfora en la que se conjugue la realidad con un símil cirquero.
No es así.
Es algo muy serio y que en ningún caso provoca risas, aunque sí suspenso como el número de las funciones en las que delgados humanos caminan por una cuerda, haciendo equilibro para no caer antes de llegar al otro lado de la cuerda.
La clase media, endeudada pero feliz, comienza a ver ingresos mensuales en perspectiva. Por lo general era ajena a la política, a los partidos y a los detalles de la administración, pero resulta que el proceso electoral recién pasado la metió de lleno, cultivando un voto-castigo que finalmente se expresó.
Los triunfantes, hoy en el gobierno, no han entendido la magnitud de esa labor: se despertó el germen de la indignación.
Por eso las críticas a los corruptos (pero a todos), por eso la rabia con la insólita facturación energética, por eso el incomodo con la DGII y su tonto juego de palabras (al final las alzas de las plataformas digitales la pagaran los usuarios).
La clase media, la misma que marchó y que quizás no lo vuelva hacer, lo que sí está haciendo es expresándose. Si en algún momento hace silencio es porque en la cuerda floja que camina para no caer en la pobreza, necesita concentración.
Los espectadores que estén pendientes a la cuerda