Por Nicolás Arias.
En cualquier área del saber que usted seleccione para sustentarse, debe existir la pasión por la profesión escogida y más aún, si se trata de enseñar.
Vemos con mucho pesar que el presidente de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) Eduardo Hidalgo viene bombardeando, a través de sus luchas, el año escolar que casi concluye, sin pensar en la suerte de los estudiantes.
Primero era que sus miembros se estaban deteriorando cuando impartían las clases virtuales, luego argumentaba que no podían retornar a las aulas por temor contagiarse de covid-19. El gremio presentó muchas contradicciones en sus planteamientos en ese momento.
Hoy vuelven a la carga, pero ahora iniciando una jornada de protesta por un 25% de aumento salarial para sus miembros, sin tomar en cuenta el momento de crisis post-pandemia y los estragos de la guerra que se libra en Ucrania.
Ciertamente, reconocemos que el Ministerio de Educación prometió corregir la distorsión del salario entre los docentes del nivel primario y del secundario, así como incrementarlo en el año 2022 y 2024, ¿pero es el momento idóneo para ejercer esa presión?, pregunto.
Para nadie es un secreto que uno de los sectores estatales con una de las mejores remuneraciones, es el magisterial, al punto de que profesionales de otras áreas se han estado evaluando para ingresar a ese sistema.
Es sorprendente como en la ADP, desde la aplicación del 4% del PIB para la educación, solo ha existido un interés, el salario, sin pensar en preparar intelectualmente a sus miembros y lograr tener una educación con niveles de calidad, de lo cual, ellos comparten una gran responsabilidad junto al Ministerio de Educación (MINERD).
La posición del gremio magisterial choca con la Asociación de Instituciones Educativas Privadas (AINEP), entidad esta última que se quejan porque han perdido sus maestros, por no poder competir con los salarios del sector público.
“Y la vocación para cuando”, el razonamiento del gremio en el momento económico que vive el mundo, lo entienden, y la sensibilidad por los niños que acuden a las aulas a buscar el pan de la enseñanza. ¡Les importa!
El ser humano que ejerce una profesión con vocación, necesariamente tiene que experimentar una felicidad interior y desempeñar su trabajo con estímulo, motivación e ilusión.