Por: Karleny Cabrera
Todos hemos escuchado la famosa frase: “cada cabeza es un mundo”. Efectivamente es así, puesto que cada quien conoce los pesares que le abruman, los procesos enfrentados, las batallas ganadas, las peleas terminadas en derrota y las situaciones difíciles por las que se encuentra atravesando. No se debe juzgar al otro por sus acciones, pues, no se sabe cuáles marcas y heridas condujeron a esa persona a actuar de tal manera.
La sociedad tiende a catalogarte de mala persona porque actúas de una forma equis en una determinada situación; sin embargo, en el momento de tus precariedades, nadie hace acto de presencia para tenderte la mano y empujarte o ayudarte a resolver esa difícil situación en la que te encuentras. Es más fácil juzgar y condenar que tratar de buscar el por qué; entender a esa persona y apoyarla si es atravesando por un duro momento que está.
Dice un viejo dicho: “caras vemos, corazones no sabemos” y, ciertamente, es así. Las apariencias engañan. El aspecto físico de una persona, muchas veces, no tiene nada que ver con lo que porta y se alimenta en su interior. El ser humano puede verse ingenuo y alegre en el exterior, pero dentro de sí, no sabemos por lo que ha pasado o el dolor que lo embarga.
Cada quien tiene su historia y ha tenido que lidiar con situaciones que han marcado su vida de manera negativa; y eso los ha llevado a convertirse en personas muy distintas a las que tenían pautadas en sus mentes, porque los golpes han sido tan fuertes que el rumbo de sus vidas ha tenido que ser definido otra vez.
Tratando a profundidad este delicado tema, podemos deducir que cada quien no es más que aquello que la vida ha hecho de sí. Independientemente de que una persona tenga sueños, metas a cumplir, o deseos de emprender una nueva etapa en su vida; hay golpes que, sencillamente, azotan tan fuerte que el rumbo prefijado debe ser drásticamente cambiado, y se tiene que empezar a vivir conforme a lo que esos golpes dejaron de ti.
Sin embargo, no se puede obviar, de ninguna manera, la fuerza que Dios da para sobrepasar esas duras pruebas, ya que la Biblia dice que todo lo puedo en Cristo que me fortalece; y por otra parte, expone también en el libro desegunda de Corintios capítulo dos, versículo diecinueve que su poder se hace fuerte en la debilidad; quiere decir que, en los momentos de impotencia y cuando la vida azota fuerte, el Señor tiene toda la autoridad y el poder para sacarnos a camino y ayudarnos a reivindicarnos en nuestro sendero.
Hay que luchar, hay que batallar. Hay personas que han salido de profundos hoyos en los que han caído a causa de los azotes de la vida; y de ahí, de su infortunio se han levantado porque han puesto su mira y enfoque en cumplir sus objetivos independientemente de los golpes que la vida les propine. El enfoque que pones en algo te va a ayudar mucho.
Todos vamos a recibir golpes, vamos a debilitarnos, incluso vamos a sentir que no podemos más. En esos momentos afiancemos nuestra credibilidad en Dios y no nos soltemos de su mano poderosa, porque de él vendrá la fuerza y con su inmensa misericordia y amor nos ayudará a llegar a nuestro enfoque. Seamos personas de carácter, positivas; y si la vida te golpea, levántate y sigue, porque todo es posible con Dios. Jesús venció primero.