Editorial periódico Camino.
Nuestro pueblo necesita la alegría profunda que sale del alma. Hemos estado abatidos, viviendo momentos de angustia. La soledad se anida en tantos corazones cargados de tristeza y desesperación.
Ante esta situación La Resurrección del Señor da sentido a nuestra existencia, hoy y siempre, y nos llena de esperanza saber que la muerte no tiene la última palabra.
Nos toca ahora vivir como resucitados, mostrando a los demás, con nuestra conducta, lo que significa ser cristiano.
La gente espera de nosotros encontrar personas constructoras de paz, solidarios sin fronteras, promotores de la justicia y ciudadanos ejemplares.
Quieren ver cristianos resucitados acompañando a tantas personas pobres en nuestro país a recobrar su dignidad.
Nos duele ver que, frente a desastres naturales, tragedias inesperadas que conmueven, ver personas que hacen el propósito de cambiar de vida, siendo más cercanos a los demás, no estar atados a riquezas, pero luego, con el paso de los días, sus corazones se van endureciendo y siguen actuando de manera insensible aferrados a lo material.
Ya lo vimos cuando el COVID-19, muchos hicieron promesas de ser más humanos, sencillos y humildes, y el tiempo les borró las buenas intenciones.
Es hora de cambiar. Somos peregrinos. Estamos de paso por este mundo. Esperamos que La Resurrección del Señor nos haga ser mejores seres humanos. Así seremos felices.