Por: Luis Córdova
Después que Miguel Ángel Buonarroti recreó el imaginario celestial en el techo de la Capilla Sixtina, pocas sorpresas ha tenido el arte para pintar paredes o decorar con cerámicas y demás medios, mediantes murales cuando hace rato salimos de la caverna. Como toda apreciación del arte, lo que digo es subjetivo.
Pero hay murales por aquí y murales por allá. En Santiago el Ayuntamiento empezó a pintarlos en 1978 y ahora es un revival de eso que llaman “gestión cultural”. Aunque es un esfuerzo por embellecer espacios públicos y privados, iniciativa que aplaudimos, también señalamos la inclemencia de la actual administración en suspender, rebajar y en algunos casos negar la miserable asignación presupuestaria a instituciones culturales de la ciudad. La cultura no puede estar pintada en la pared.
¿Y el Ministerio?
También se enfoca en lo cosmético. En pintar paredes aunque la suerte tras la pintura y el color, revele un duelo. (¡Oh! ¡Lorca, vuelves a recordarnos que la procesión va por dentro!). Proyectos millonarios, actividades repetidas y las instituciones que hacen la cultura mendigan su inclusión en un presupuesto que se hace pequeño como reflejo de su propia pequeñez.
Santiago, porque es la ciudad que me duele, centro cultural del país por sus aportes históricos y la prestancia de sus cultores, de nuevo tiene que pelearse por subsistir culturalmente.
Si bien las oenegés culturales no tienen finalidad de lucro, tampoco deben tener vocación de quiebra, ni sus ejecutivos, gestores y colaboradores estar condenados a la inopia.
¿Procedimientos burocráticos? Entendemos que el sector posee talento suficiente para reinventarse y cumplir con los cánones, solo que el Estado (gobierno central y gobierno local) debe verse como colaborador y no como competencia o líder de la gestión.
Es tiempo de poner sobre la mesa políticas públicas culturales y dejar de confundir agendas lúdicas como si fueran tales. El Ministerio de Cultura, algún día, debe dejar de ser una agencia de espectáculos y cumplir la misión que por ley está llamada y que nunca ha cumplido.
Es momento, ahora que un tema tan carente de sentido como determinar si se necesitan recursos económicos, deje de importarnos y empecemos a construir la agenda común para aprovechar nuestros talentos y dejemos de estar pintados en la pared