La familia como núcleo de la sociedad está en la absoluta responsabilidad de formar hombres y mujeres que, de una forma u otra, ayuden y aporten beneficios, tanto morales, como económicos al entorno en donde se desarrollan; es por ello que, si la familia es disfuncional, esto dará como resultado seres humanos con conductas, tal vez, no muy agradables.
Es normal que en los hogares se presenten dificultades, sobre todo, con el acuerdo mutuo entre los conyugues y la crianza de los hijos, sin embargo y, a pesar de los problemas, los padres deben enfrentar y solucionar los conflictos que surjan para poder vivir en un ambiente de paz y armonía; y educar a sus sucesores bajo el vínculo del afecto.
Los hijos deben ser criados en un ambiente donde reine el amor de Dios, la paz, buena educación y, un factor muy importante que es la corrección, pues, de ello va a depender el desarrollo positivo del individuo, dentro de la casa y también en el entorno.
Si desde pequeños los niños son educados con los valores y actitudes adecuadas, su progreso se verá impactado de manera positiva en la adolescencia y juventud y, esto traerá como consecuencia que sean adultos productivos y de gran estima.
Por eso dice la Biblia: “y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Con esto Dios dice que los hijos no deben ser maltratados, pero sí instruidos según las enseñanzas de Jehová y las Santas Escrituras. Educar bajo el amor de Jesús es el mejor regalo que se le puede dar a nuestra descendencia.
Por otra parte, la palabra de Dios también expone: “honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios”. Por lo tanto, los niños, adolescentes y jóvenes deben acatar las buenas enseñanzas de sus padres para que gocen de mayor bienestar y prosperidad durante su paso por este mundo.