Opinión

Despidiendo a un amigo

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Eran las 3 de la tarde el martes 6 cuando comencé a ver en redes sociales una noticia que asumí era falsa, más bien era lo que esperaba en estos tiempos de tanta desinformación. Sin embargo, mientras iban pasando los minutos, más medios de mucho renombre comenzaron a recogerla y me preocupé de verdad por lo que envié algunos mensajes e hice varias llamadas. Con profundo dolor, confirmé que era cierto, mi amigo Sebastián Piñera había fallecido trágicamente en un accidente de helicóptero a sus 74 años, dejando atrás no solo un legado democrático excepcional, sino también una gran familia que amó con todo su corazón.

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.Mi primera reacción fue el silencio, estaba sin palabras, ya lo sabía, pero no quería creerlo. Me era cuesta arriba pensar que quien estuvo con nosotros tan reciente como en diciembre celebrando sus 50 años de matrimonio junto a Cecilia y toda su familia, ya no estaría físicamente.

Piñera en vida se ganó todos los tributos posibles, pero hoy quiero rendirle homenaje a la persona que conocí durante más de 20 años, a quien recibí como invitado tres veces en nuestro país, quien fue mi anfitrión en Chile y con quien compartí en muchas latitudes. No, no voy a hablar del político que fue, eso está debidamente documentado y se seguirá estudiando durante muchos años, igual que el empresario éxitoso que era, amante de los deportes y la naturaleza.

Lo que pocos conocían era la calidad y calidez humana que lo caracterizaba, contagiaba de inmediato cualquier escenario en que se encontraba.

Yo estaba en mi primer período como diputado cuando viajé a Argentina para un seminario internacional organizado por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL). Fue ahí que me encontré por primera vez al entonces candidato, acercándome para saludarlo de manera protocolar y desearle un buen resultado electoral. Por todo el estrés natural que trae un año de elecciones, pensé que difícilmente pondría mucha atención, que presentaría su plataforma de política exterior y se marcharía rápido, pero no fue así. Este me sorprendió estableciendo una sustanciosa conversación sobre República Dominicana, bombardeandome con pregunta tras pregunta mientras anotaba lo que yo decía con su típico lapicero rojo y regla en mano. Era una curiosidad voraz, un deseo de aprendizaje poco común en quien ya había logrado tanto.

Debo decir que aprendí mucho de él, y seguro que quienes lo conocimos coincidiremos en que siempre fue más proclive a plantear preguntas que extenderse en cátedras de conocimiento. A pesar de ser un amante de la historia, que estudiaba de manera minuciosa, era partidario emotivo del porvenir, del futuro, del avance y por eso invitaba a aprender, a desaprender, a modernizar, a adaptarse.

Algo que a muchos tomaba desprevenidos era su hilarante sentido del humor, en especial por su costumbre de burlarse de sí mismo para romper el hielo o ironizar sobre situaciones complejas. Eso quedó bastante ilustrado cuando invitado por el CAPP nos visitó en 2015 y en pleno calor del debate sobre reforma constitucional, le preguntaron en Medios Corripio que cuál opinaba era el modelo más adecuado para los períodos presidenciales.

Los presentes esperaban que respondiera con una extensa sesión filosófica legalista, pero lo que hizo fue un brillante juego de palabras, metáforas y consignas para terminar haciendo chiste para los dominicanos.

Fue un patriota, a tal punto que aun siendo líder de la oposición y candidato puntero en ese entonces, trajo un mensaje de la presidenta Michelle Bachelet para todos los actores públicos con quienes nos reunimos en esa visita. Se trataba del diferendo con Bolivia en La Haya, que los chilenos pedían fuese tratado de manera bilateral como correspondía, en vez de elevarlo a conflicto multilateral. Él decía: “Vengo como ciudadano que tiene diferencias conceptuales con el gobierno de mi país en muchos temas, pero en este las pongo a un lado por la unidad y el bien nacional y vengo en nombre de mi Presidenta”.

Era un hombre de metas claras y siempre nos decía que eso le daba sentido a la vida la cual sin humor y sin amor no valía la pena vivirla. Los optimistas y pesimistas mueren igual, pero viven diferente, repetía constantemente, mostrándolo con su actitud así como accionar. “Lo que vale la pena, toma tiempo”, resaltaba.

Con el presidente Luis Abinader desde el inicio tuvo gran empatía, compartiendo ambos sus experiencias de asumir el mando mientras el mundo enfrentaba grandes tempestades por el Covid. Los dos coincidieron en que la administración no se trata de excusas, lo que la gente espera es resultados y por eso nuestros dos países lograron salir adelante a una velocidad mucho mayor que los vecinos.

Su visión y convicción eran inspiración, aunque nunca dejaba de decir que éramos simples actores. No hay nada en la vida más liberador que trabajar por una causa mayor a ti mismo, algo en lo que puedes incidir, pero que no es definido únicamente por tu existencia. Él escogió incidir para bien.

Piñera era un hombre lleno de vida, con grandes responsabilidades pero nunca dejó su rol de esposo, hermano, padre, abuelo y amigo. Por encima de todos los tributos a su carrera profesional, la imagen que más se ha viralizado es justamente aquella del hombre familiar pues ese era él, ese fue el Sebastián que conocimos y el que por siempre recordaremos.

Los que seguimos sus honras fúnebres pudimos ver como toda la población chilena desde los más encumbrados hasta los más humildes, sin importar banderías políticas se han sumado a despedir a un hombre que aunque algunos no coincidieran con sus ideas saben que vivió siempre buscando lo mejor para su país y la región.

Despedirse de un amigo como él deja definitivamente un espacio vacío, pero intentaremos llenarlo dando gracias por tantas vivencias compartidas. Siempre contestaba la llamada. De repente nos sorprendía aun cuando era presidente llamándonos para saber cómo iba todo aquí y qué pensábamos de sucesos generales, luego pasando a conversar sobre lo bien que la pasaba en tierra dominicana. Son centenares las anécdotas que guardo junto a él y que seguiré compartiendo a lo largo de los años, pero hoy más que todo quiero compartir que conocí a un hombre muy especial, que vivió una vida muy especial. En Paz descanse.

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