Por Ángela Milqueya Cuevas
Como una broma de mal gusto, cada cierto tiempo la sociedad dominicana lee los titulares de los periódicos, medios digitales y de personas que opinan a favor o en contra del famoso “barrilito” (asignación de presupuesto discrecional para asistencia social creado en el 2006 para uso de los legisladores del congreso nacional), y esta situación hace que, en muchas ocasiones se genere un debate sobre la pertinencia o no de que esos recursos sean puestos a disposición de los honorables congresistas que lo usan según ellos, para solventar necesidades de los habitantes de sus provincias, como si el congreso aparte de legislar se dedicase a cubrir las necesidades de diversas índoles que tiene la población de sus demarcaciones, lo cual algunas personas justifican diciendo que somos nosotros mismos los que vivimos pidiendo ayudas a los representantes del poder legislativo ante la imposibilidad de poder suplir x tipo de emergencias o problemas cotidianos, que por las condiciones económicas de muchos, lamentablemente tienen que recurrir a ellos para que les ayuden.
Muchos legisladores cuando han estado en campaña hablan de que ese fondo hay que eliminarlo, pero ¡oh sorpresa! desde que llegan a sus curules cambian de opinión y se unen a la repartición alegre y sin fiscalización confiable de dichos fondos, realidad que está sobre la palestra pública a raíz de trabajos periodísticos que dan cuenta de las indelicadezas que se identifican en las rendiciones de cuentas que hacen nuestros legisladores de la manera en que se invierten los recursos que ellos administran del infame “ barrilito”.
¿Hasta cuándo, seguiremos permitiendo que los fondos públicos que tanto sacrificio le cuesta al pueblo sean usados de una manera tan burda y sin ningún tipo de consecuencias?
¿Cómo es posible que nuestros representantes legislativos usen ese fondo para todo tipo de barrabasadas y tengan el descaro de reportarlos sin ningún tipo de justificativos que por lo menos atenúen sus indelicadezas?
No podemos dejar de mencionar que no son todos los congresistas que hacen mal uso de dicho dinero del pueblo, hay quienes verdaderamente tienen un criterio de honorabilidad y su accionar habla por ellos.
Nosotros también como pueblo llano tenemos que ser más proactivos, vigilantes, diligentes y estar atentos al rendimiento que deben dar los funcionarios públicos de sus ejecutorias y no esperar a que medios periodísticos den la voz de alarma mientras nosotros estamos en Belén con los pastores mientras el rancho arde.
Como colectivo social tenemos el deber de ponernos las pilas, no solamente respecto a lo que es tendencia o se ha vuelto viral en las redes, sino más bien en ser guardianes de lo que es un bien común y nos cuesta trabajo, sudor y lágrimas.