Editorial Semanario Católico Camino.
La población está abrumada ante el incremento de la violencia intrafamiliar, social y la falta de seguridad ciudadana que estamos padeciendo en el país. Nuestro pueblo no era así. La convivencia pacífica se está agrietando. Esta realidad nos interpela, a la vez que nos llama a buscar los correctivos necesarios para evitar que el deterioro social llegue a niveles insospechados.
Y la peor actitud ante estos casos es minimizar estos acontecimientos desgarradores, presentando estadísticas divorciadas de la realidad. Estemos claros, el primer paso para resolver un problema es aceptar que existe, para luego buscar soluciones.
Ya es urgente que haya consecuencias para quienes actúan alejados de las leyes que garantizan una convivencia pacífica. No puede existir privilegios para quienes amparados en el poder político y económico, se crean ciudadanos especiales, haciendo del andamiaje jurídico una caricatura.
Para tener un país mejor también es necesario poner mayor atención a las familias. ofreciéndoles todas las oportunidades de tener un espacio en donde se respire armonía y una cultura de paz, elementos difíciles de tener cuando encontramos hogares que viven en la extrema pobreza.
Recordemos que las desigualdades sociales fomentan la violencia. Pensemos en los jóvenes. Hay que multiplicar todas las acciones en favor de ellos. Que no se pierda más tiempo con lamentos, y buscando fórmulas que no han dado resultado para enfrentar la violencia y la inseguridad ciudadana.
Muchos jóvenes se encuentran hoy como en un callejón sin salida. Duele comprobar que en los frecuentes actos delictivos que ocurren en barrios, campos y ciudades, muchos de ellos son protagonistas. Es que han perdido el rumbo de sus vidas. Están sin ideales.
El llamado es urgente para que no perdamos la esperanza de que nuestros muchachos, con la ayuda eficiente del Estado, las familias y otras instituciones puedan encontrarle sentido a su existencia y ser ciudadanos ejemplares.
Nuestro compromiso es construir un país mejor.
Todavía estamos a tiempo.
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