Opinión

Enviciamiento de la comunicación

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Por: J. Luis Rojas

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Sin duda, todo ha cambiado: la convivencia social, la calidad del vínculo familiar, los modelos de producción, los sistemas educativos, las funciones esenciales de la comunicación, los mecanismos de comercialización, los patrones alimentarios, el concepto de identidad, el compromiso social de las empresas, el uso de los recursos naturales no renovables, el comportamiento ético, etcétera. La mayoría de estos cambios no necesariamente han incidido de manera positiva en la prosperidad y el bienestar de las distintas dimensiones de la vida —humana, animal y vegetal—. Lo que predomina hoy es una concepción superficial de la existencia y de los ecosistemas tangibles e intangibles que la sustentan.

 

Sin caer en el radicalismo ni en lo superficial, es justo reconocer que ciertos avances —especialmente los relacionados con la esperanza de vida, la disponibilidad de información, la democratización de los medios, el desarrollo de la neurociencia, la robótica avanzada, la inteligencia artificial, la cultura digital y la tecnología aplicada a la salud— han contribuido a mejorar las condiciones de vida.

 

Pero no todo es color de rosa. Los vertiginosos cambios globales de las últimas décadas han deteriorado factores esenciales para la buena convivencia humana. Entre ellos: la pérdida de valores y principios éticos, la disminución de la solidaridad, el uso limitado de la empatía, la relación irracional con los recursos naturales no renovables, el empleo de los medios de comunicación con fines perversos, la promoción del individualismo como estilo de vida y la implementación de sistemas educativos que no fomentan el pensamiento crítico. Es innegable que algunos de estos cambios han tenido impactos positivos en aspectos fundamentales de la vida; sin embargo, otros han obstaculizado la formación de audiencias críticas frente a los mensajes que reciben.

 

En este contexto, como plantea el investigador Pedro Baños en su libro El dominio mental:

“Una de las técnicas más eficientes para programar mentalmente a una sociedad es la repetición incesante de un mismo mensaje, corto y fácil de comprender hasta por las personas más obtusas.”

 

Respecto a la degradación de la comunicación y la ingenuidad de las audiencias, Baños añade: “Así, de forma sibilina, se imponen ideas y se guían los comportamientos y las decisiones de individuos y sociedades enteras en la dirección apetecida. Consiguen que adoptemos nuevas palabras, por extrañas y carentes de sentido que sean. Que cambiemos nuestras costumbres más arraigadas. Que sigamos sin rechistar las indicaciones que nos hagan.”

 

Sin discusión, los ejes de la cuarta revolución industrial han transformado todos los aspectos de la vida, incluida la comunicación en sus diversas modalidades: humana, social, institucional, comercial, digital, entre otras. A juzgar por la calidad y cantidad de los contenidos que circulan, se concluye que sus funciones inherentes —educar, orientar, informar y entretener— se han degradado, como resultado de una serie de factores interconectados que afectan tanto la forma como el fondo de los procesos comunicativos en esta nueva realidad.

 

La efectividad de la comunicación interpersonal actual no es comparable con la de épocas anteriores. Antes del auge de las redes sociales y las plataformas digitales, las personas disponían de temas para interactuar con mayor profundidad. Hoy, factores como la sobreabundancia informativa —que reduce la atención y la calidad de las conversaciones— y la pérdida de habilidades emocionales —que limita la empatía, la escucha activa y la expresión emocional— han deteriorado esta modalidad comunicativa. Otro factor es el individualismo, que promueve la autoafirmación por encima del diálogo, debilitando la reciprocidad. Por naturaleza, los seres humanos están llamados a dialogar y compartir.

 

Desde la aplicación Copilot de Microsoft se señalan algunos factores que han degradado el rol de la comunicación social:

 

  • La polarización ideológica, amplificada por redes sociales que dificultan el consenso y la deliberación.

 

  • La fragmentación de comunidades, producto de la virtualización de las relaciones, que debilita los vínculos locales.

 

  • La desconfianza generalizada, alimentada por la difusión de noticias falsas y la manipulación informativa, que erosiona la credibilidad de las fuentes.

 

En cuanto a la comunicación institucional —aquella que busca posicionar a la organización o marca como sujeto social—, los niveles de degradación son evidentes y persistentes. Muchos directores de comunicación (Dircom) en empresas privadas y agencias gubernamentales se empeñan en difundir narrativas divorciadas de la realidad, así como logros y resultados que no se corresponden con los hechos.

 

Los hechos hablan más alto que las palabras. En numerosas entidades públicas y privadas, los contenidos institucionales se utilizan para manipular percepciones e inducir corrientes de opinión favorables a su reputación. En estos tiempos, recurrir a la comunicación institucional para encubrir malas prácticas es un error. Esta modalidad no debe servir para omitir o distorsionar información, sino para fomentar la confianza, la transparencia, el diálogo, la participación y la escucha empática.

 

La desconfianza que expresan los ciudadanos-clientes respecto a los mensajes emitidos por empresas, marcas e instituciones gubernamentales también ha afectado la comunicación comercial. A diferencia de la institucional, esta busca posicionar a la empresa o marca como sujeto económico. Entre las causas de su degradación se encuentran: la saturación de mensajes, la manipulación emocional, la despersonalización, el uso de figuras sin credibilidad y el dominio mental ejercido sobre las audiencias.

 

Las estrategias comerciales suelen explorar de forma científica y deliberada los deseos aspiracionales de los consumidores, induciendo a la compra compulsiva. No obstante, la comunicación comercial también debe educar. En este ecosistema, las relaciones entre marcas y consumidores se han vuelto impersonales y transaccionales. En definitiva, la publicidad transforma el lenguaje comercial en seducción.

 

La comunicación en redes sociales y plataformas digitales es, sin duda, la más degradada. Aunque han democratizado el acceso a los medios, también han dado lugar a prácticas nocivas protagonizadas por personas carentes de ética y respeto. Muchos de los contenidos que circulan fomentan la idiotización y la mediocridad de las audiencias.

 

Una causa poderosa de esta degradación es la prioridad que se da a la velocidad sobre la profundidad de los mensajes. Esta modalidad privilegia lo inmediato y viral por encima de lo reflexivo y significativo. En República Dominicana, es común que comunicadores digitales utilicen estos medios para difamar, injuriar, chantajear y extorsionar a figuras públicas, empresas y entidades gubernamentales.

Todo parece indicar que, en la realidad actual, la comunicación —en sus distintas modalidades— se ha degradado. Entonces, ¿qué hacer al respecto? ¿Qué estrategias están articulado las universidades y los propietarios de medios tradicionales en la República Dominicana para contrarrestar el deterioro progresivo de la comunicación social en los entornos digitales y analógicos?

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