Opinión

Alegría en La Vega

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Por Semanario Católico Camino.

El Seminario Santo Cura de Ars, de la Dió­cesis de La Vega, está de aniversario. Cumple me­dio siglo de abrir sus puertas. La histórica fecha se remonta al 4 de octubre de 1969, cuando un grupo de jóve­nes entra a esta casa de formación para descubrir la vocación a la que el Señor de la vida los había llamado.

Cerca de mil jóvenes han pasado por esta expe-riencia hermosa que los marca para siempre. De ellos, 90 han sido ordenados sacerdotes. Los demás hoy sirven a la socie­dad desde diferentes espacios, tratando de marcar la dife-rencia en cuanto a la entrega y al servicio se refiere.

Nos unimos a la alegría de quienes han sido soporte de esta obra de amor iniciada por Monse­ñor Juan Antonio Flores Santana, y a todos los que contribuyen para el sos­tenimiento de este centro de formación.

Nuestro reconoci­miento a su primer rector, el padre Francisco Al­monte, y a sus actuales formadores, en las personas de los padres Tomás Florentino, rector, y Andrés Batista, vice-rector.

Con el salmista decimos: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Un clamor por Haití

La situación de violencia que vive el hermano pueblo haitiano nos preocupa. Lo que pasa en su territorio repercute de este lado de la frontera. Su inestabilidad política limita las relaciones ­comerciales entre ambas naciones, y lo más importante, fomenta la migra­ción en condiciones de­plorables hacia este lado de la isla.

Ahora que se marcha la Misión de Paz de la ONU, que durante 15 años permaneció allí, los hechos de violencia pue­den aumentar.

Esperamos que la comunidad internacional no deje solo a nuestro país, con la carga que supone la migración de miles de seres humanos que no se dejarán morir de hambre en la patria que los vio nacer, sabiendo que el Masacre se pasa a pie.

Si los dominicanos, que tienen condiciones de vida muy superiores a la mayo-ría de los haitianos, se van en yola hacia Puerto Rico, desafiando las aguas bravías del Mar Caribe, en busca de un mejor futuro que se hace cada vez más lejano, qué será de los hermanos hai­tianos que sufren los ­rigores de la marginalidad extrema, y que para llegar a nuestro país solo tienen que cruzar una frontera que, en muchos lugares, es ima­ginaria.

Es hora de mirar hacia Haití para ayudar a buscar soluciones urgentes al drama que padece.

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