Opinión

Buena señal

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Por Semanario Católico Nacional.

 

El relato hecho por el sacerdote Miguel Ángel Gullón sobre la forma en que fueron desalojados, en horas de la madrugada del pasado jueves, campesinos de El Seibo que protestaban de forma pacífica frente al Palacio Nacional, nos llena de tristeza.

El padre describe una escena dolorosa. La misma es propia de épocas felizmente superadas en nuestro país. Estos hermanos reclaman el derecho a vivir en unos terrenos que fueron declarados de utilidad pública por el presidente Balaguer en el año 1975.

Los campe­sinos dominicanos lo que necesitan son oportunidades para alcanzar el desarrollo integral que les permita vivir con la ­dignidad con la que fueron creados.

Es inconcebible continuar mirando a los habitantes de la zona rural en condiciones deplorables, careciendo hasta de lo indispen­sable para vivir. Si queremos frenar el éxodo cada vez mayor de hombres y ­mujeres que huyen de la miseria para ir a formar los cordones de ­miseria en las ciudades, hay que pasar de las palabras a los hechos, ­llegar al campo con soluciones, no dejar huérfanos a quienes hacen parir la ­tierra, ni hacerse indiferentes frente a los que quieren pisotear y ava­sallar a quienes reclaman justicia.

Nos llena de esperanza ver que funcionarios del Gobierno se hayan reunido con dirigentes de los campesinos de El Seibo, para buscar una salida justa al drama que están sufriendo.

Nos unimos a las palabras de Monseñor Francisco Ozoria, Arzo­bispo de Santo Domingo, el cual expresa: Queremos llamar a la solidaridad con estos hermanos de El Seibo, pensar que ellos son una muestra de tantos desalojados que hay en el mundo, de tantas ­personas y familias que son desalojadas de su techo, de su tierra, y desalojados de sus ­derechos.

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