Opinión

Conversación sólo para indigenas

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Por: Rafael A. Escotto.

«Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quién abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América, trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser un obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América». Arturo Jauretche

No sé de qué manera una artista indigena de la plástica boliviana puede mirar con sus ojos pesarosos el tropel de indios que se entrecruzan corriéndole desesperados a la furia de una gendarmeria desalmada, bramando discriminación para destruir la igualdad social, como si fueran los demonios de Dostoievski

Qué dificil debe ser para una artista indigena pintar una obra de arte en la que se refleje ella misma con el cuerpo goteando plasma, un miliciano estrujandole en la cara su sucia bota y una mujer de tez blanca blandiendo una biblia de falsos ideales, que muestra una victoria sanguinolenta en nombre de una democracia que se retuerce como la serpiente del Génesis.

Maria Lucia Mendes Gobbi, la pintora aymara, salió con su caballete y su paleta a dibujar las calles ensagrentadas de La Paz. En medio de la humareda de gases lacrimogenos, de ojos suplicantes arrancados con violencia de la cara de algún aborigen rodando como luceros caidos guiñandole a la OEA.

Frida Kahlo, de ascendencia indigena mexicana, quiso verse asimisma en ese mundo de colores y de tradiciones ancestrales y decidió un dia tomar el pincel de la gran artista que era ella, hacerse un retrato y viajar a lo espectral con su rostro pintado.

En el fondo de aquella pintura de Frida se reveló la figura indescifrable de Tezozomoc marchando con toda su tribu detrás, como el que va dispuesto a hacerle la guerra a la serpiente del Génesis y a su descendencias.

De otro lado, Maria Lucia, la artista de la plástica de la tribu aymara, vestida con su vistosa poyera de colores y su bombin borsalino, fue a la plaza Riosinho de la Paz a pintar la imágen de la libertad encarnecida que aparece erguida sobre un pedestal en medio de la plazoleta en la que los descendientes de la serpiente tratan de dispararle balines a los hijos de Tupac Catari.

Frida, la pintora latnoamericana, entró a la vida de sus ancestros, los pueblos tlapaneca y dibujó el alma lastimada de su tribú, le dió color al sufrimiento y plasmó con tremendo patetismo la muerte de lider indigena Tezozomoc a mano de los conquitadores españoles.

Mientras mueren indigenas en las calles de Bolivia y de Chile, en la lejana tierras de Santiago de los Caballeros, en el Caribe hispano, unos artistas pretenden olvidar a Enriquillo y, en cambio, se les oyó hablar de otras muertes.

Quizás sea que la piel de nuestros aborigenes solo sirve para describir el látigo imperial pintado en el pellejlo por la brutal esclavitud. ¿Olvidaron algunos intelectuales por la paz, los sufrimientos, el encarnecimiento en calabozos nauseabundos de la España imperial y, luego, el cuerpo degradado del cacique Enriquillo quedó postergado en aquel diálogo de señas?

Por qué hablar de otras cosas cuando los pueblos indigenas de Chile, los quechua, mapuche, atascameno, aymara, kawesqar, y los araona, ayoreo, cavineno, yuki de Bolivia estan siendo masacrados en pleno dia, significa lastimar la epopeya de nuestros aborigenes con la ingratitud de un lenguaje para mudos.

Estamos asistiendo, lamentablemente, a un mundo patas arriba, como refiere Galeano.

Frente al olvido de Enriquillo y los indios Tainos, a propósito de un conversartorio por la paz, estoy leyendo a Eduardo Galeano y el escritor uruguayo me dice, que «de Juan Rulfo aprendió que se escribe por la otra punta del lapiz, la que tene la goma. El miedo nos gobierna. Esa es una de las herramientas de la que se valen los poderosos, la otra es la ignorancia».

Como escritor dominico-estadounidense yo escribo libre. Pero algunos escritores son libres de ser lo que se le ocurra, inclusve pueden hablar de la paz. De cara a lo que sucede en Bolivia, en Chile y en Colombia, regreso a un poema de Toro Sentado, jefe nativo americano de la tribu de los sioux, en Dakota del Sur, porque nadie le ha escrito un poema a Enriquillo:

«El guerrero no es alguien que pelea/no tiene el derecho de tomar la vida de otro/El guerrero, para nosotros/es aquel que se sacrifica/por el bien de los demas/ Su tarea es cuidar/ a los mayores/a los indefensosa aquellos que no pueden hacerlo/por su cuenta/y por sobre todo/a los niños/el futuro de la humanidad/.»

Leo a Manuel de Jesús Galván y me regocijo con su novela Enriquillo y, sobre todo, la magnifica revalorización que hace del pasado histórico indigena, que por poco se nos escapa de la literatura.

Creo que asi como artista del reconocimiento internacional como la cantante Mon Laferte y el escritor Pablo Cohelo, la primea criticando los crimenes de los carabineros en Chile, el segundo cuestionando el régimen defacto en Bolivia, es una muetra de sincera de solidaridad a ser imitada en el mundo. En el caso dominicano y de manera especifica, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, espero encontrarme de diciembre a enero con una velada o un acto intimista de solidaridad con los chilenos y bolivianos.

Imagino que artistas visuales, escritores y poetas de la ciudad participarian con entusiasmo en el tipo de homenaje que propongo contra la violencia y por la verdadera paz.

Me gustaria toparme y escuchar en ese encuentro a la mayoria de los poetas, pintores, narradores y teatristas, entre ellos Rafael P. Rodriguez, Luis José Rodriguez Tejada, Marlón Anmezelotti, Nelson Cerda, Rafael Mejia, Chiqui Mendoza, Luis Muñoz, , Ubaldo Rosario, Sandra Tavarez y varias muchachas y muchachos que últimamente han venido incursionando en la poesia y en otros renglones de las artes.

Me gustaria escuchar ese dia el poema «Mi tribu», de la escritora estadounidense Mary Mura:

«Las tribus de mi tierra ya no son escuchadas/no importa su pobreza/ siguen siendo arrasada/El hambre los agobia la sed les seca el alma/y con sus pies llagados van pidiendo palabras/.»

En el conversatorio de los intelectuales por la paz no pudieron ser escuchados los gritos desesperados de Anacaona cuando era violada por lo conquistadores. Gracias a que un poeta laureado inglés, quien recibió la Medalla de Oro del Canciller por su primer poema «Tombuct», Alfred Lord Tennyson incitó con su lirismo encendido la adormecida sensibilidad que casi moria de asfixia en una isla del Caribe, veamos unas estrofas del poema Anacaona:

«Una oscura doncella india [taína]/Gritando en la florida liana/Caminando/ligeramente cargado de flores/Por la anana de ojos carmesi/Querer en los campos de naranjos/Desnudo, de extremidades oscuras y alegre/Bañándose en las calas adormecidas/En las calas con sombra de cacao/Del brillante Xaraguay/Que era tan feliz como Anacaona/ La belleza de Espagnola/.

En la isla morada/Coronado de guirnaldas de cinchona/Dama sobre madera y tierras altas/,La reina india, Anacaona/.Bailando en la llanura florida de Uic/A una melodía de bosque/Jugando con la grulla escarlata/La libélula y la grulla escarlata/Debajo del árbol de papao!Feliz, feliz fue Anacaona/ La belleza de Espagnola/. »

Por algún lugar han brotado poemas en honor a Caonabo, cacique de Maguana, por su maldición contra Ojeda. Me lo dijo un poeta en el cacicazgo de Marién. Ahora que escribo desde Cipango, lo recuerdo vivamente. No estuve en el conversatorio por la paz en Santiago, si hubiera estado alli no se hubiese hablado de otras cosas. Preferí, en cambio, escribir esta conversación tan sólo para indigenas.

Debo decir, que ni el cuadro en las calles sangrientas de la Paz pintado por la artista Maria Lucia Mendes Gobbi, descendiente de la tribu aymara, ni tampoco el de Frida Khala que describe la muerte del lider Tezozomac en México, pueden ser cambiados por una biblia ultrajada y apócrifa impuesta por una tal Jeanine Añez en el palacio Quemado, el mismo palacio de gobierno que ocuparon los presidentes José Bollivián, el que cedió el puerto natural de Bolivia al Perú por una supuesta paz magnánima y el mestizo Manuel Isidoro Belzu Humérez.

Recorrro la metáfora de la calle de la amargura, de los enojos, ira, griteria y difamación contra los indigenas y veo el despotismo en uniforme miltar ultrajando la democracia, con la OEA haciendo las veces del cardenal de los malos designios. como la leyenda del cardenal de los pueblos originarios.

Obervo, finalmente, sorprendido, a un pintor de la raza negra Jacob Lawewence, pintando a los valientes caciques Enriquillo y calchaquí, descendiendo por los senderos de la montaña abrupta. Frente a esta escena me ha dado en ponerle fin a esta conversación sólo para indígenas.

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