Opinión

El Bluff en la sociedad y sus consecuencias en el porvenir

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Por: José Rafael Vargas

Durante años, las icónicas rayas del uniforme de los Yankees han representado respeto, solidez y confianza. Sin embargo, como enseña la Biblia en Marcos 12:38-44: “Lo que importa es lo de adentro”. Más allá de la apariencia y el envase, se encuentra el esfuerzo genuino y la autenticidad que verdaderamente cuentan. En esta ocasión, nuestras felicitaciones van a los Dodgers, quienes han mostrado el valor real de la perseverancia.

 

En nuestra sociedad habita un personaje que avanza con determinación y se presenta con una fuerza envolvente. Viste con formalidad e inteligencia, y su voz se alza con vigor; al hacerlo, despierta simpatía en quienes lo observan. No es un populista, pero su imagen genera expectativas, especialmente cuando marcha en nombre de la justicia social. Hablamos del “Sr. Bluff.”

Su fragancia seduce en todos los sectores, pero es en el ámbito político es donde ejerce su mayor atracción, ya que el pueblo, comprador de ilusiones al fin, se alimenta de promesas y de imágenes como la del ‘superhombre’ con capa, un símbolo aspiracional que promete y siempre está dispuesto a salvarnos de todas nuestras preocupaciones. Sin embargo, cuando las acciones no respaldan las palabras, la decepción golpea, y lo hace con fuerza. Así, el encanto inicial se convierte en resentimiento y la esperanza social en el ‘héroe’ simplemente desaparecen.

El ‘Bluff’ se fragmenta en dos: está quien trae sus intenciones bajo el brazo, mostrando abiertamente sus aspiraciones, y aquel que, al escalar posiciones de poder y ‘estatus’, sufre una metamorfosis. Para el pueblo —y para cualquiera— resulta difícil discernir el verdadero propósito de estos personajes; más aún, prever las consecuencias de sus acciones. Solo nos queda la fe en que sus promesas bonitas no se desvanezcan en el aire o que la inteligencia artificial por su parte, nos regale una que otra herramienta para ver más allá de las apariencias.

Las consecuencias de permitir que estas figuras lleguen a posiciones de poder son profundas y devastadoras. Cuando el discurso vacío queda al descubierto, surge un clima de desconfianza y desilusión en gran parte de la sociedad. Peor aún, si estas figuras prevalecen en sus posiciones debido a razones ocultas, el público no solo pierde la fe en quienes deberían representar sus intereses, sino que también nace un escepticismo profundo hacia las instituciones, afectando el porvenir de todos.

Por esta razón es necesario encender la chispa de la conciencia en nuestra nación y, sin perder de vista los ‘propósitos retóricos,’ fomentar una mirada crítica que valore menos las palabras bonitas y más las acciones consistentes. No se trata solo de quién dice lo correcto, sino de quién demuestra con hechos un compromiso genuino con lo que predica. Algunos podrían argumentar que, al final, la codicia siempre prevalece; sin embargo, creemos que solo vence a aquellos que carecen de valores para asumir un liderazgo verdaderamente responsable y comprometido con el bien común.

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