Opinión

La política le robó al país un Premio Nobel

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Por: Rafael A. Escotto

“Tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo“. Carlos Fuente

A: Eduardo Selman, ministro de Cultura.

Caminando sobre las líneas de oro de la literatura universal y Antillana observo con agrado a Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Pablo Neruda, Mario Vargas Llosa, Jacinto Benavente y José Saramago, todos laureados con el Premio Nobel de Literatura para gloria de sus respectivos países.

En mi entusiasmo de escritor noto, casi desconcertado, que en la galería de la Real Academia Sueca hay un espacio vacío que debió estar ocupado hace tiempo por un escritor esclarecido cuya pluma maravillosa galopó sutilmente sobre hojas de papel con singular creatividad, caló intensamente en la literatura de un universo que todavía hoy no disimula en exaltar su prominencia.

El maestro Jorge Luis Borges premio Miguel de Cervantes autor de Isla de odio, llevada al cine en 1954, expresó, con la ingeniosidad de un poeta iluminado, «siempre imagino que el Paraíso seria algún tipo de biblioteca«. Si asimilamos bien esta dulce ilusión del escritor argentino es posible que en el cumpleaños de Juan Bosch se estén leyendo, en aquel edén de ensueños, sus obras literarias escritas sobre el suelo de una isla fascinante de hermosas palmeras, de un mar de perlas y de colores.

Empero, aquella celebrada pluma dominicana de rítmicos movimientos literarios, pudo haber bailado merengue a golpe de tambor y alegría en las hermosas vegas de la ladera de una cordillera lejana en el Estado Vargas, punto convergente de culturas de origen africano, durante las fiestas patronales de la virgen del Carmen, en aquel rito folclórico  de lejano pasado venezolano pudo haber sido la chispa inspiradora que encendió la fantasía para escribir el famoso cuento «La muchacha de la Guaira« (1955).

En la soledad de mi imaginación, me acerco a una biblioteca muy parecida a la  de Cicerón, rodeada de un hermoso jardín, donde penetro a un gran salón de lectura y una vez allí, me detengo a observar la portada de un libro con la figura de una dama sentada en una silla de guano, leyendol frente a una casona de arquitectura señorial; se trataba de la obra «Cuba, la isla fascinante«, un libro lleno de reminiscencias escrito por uno de los príncipes de las letras Dominicanas y Antillanas, Juan Bosch.

Admirado por el número de libros escritos por el afamado autor antillano los que revelan antes mis ojos y me digo: «! Oh, Dios, será que estoy en el mundo de los libros maravillosos de Bosch!

Continuo mi recorrido por aquel Paraíso del cual nos habló hace un momento Borges y  mis ojos ven a través del cristal una mula resabiosa y terca, corcoveando; se trataba, nada más y nada menos, que de la magistral novela, «La Mañosa«, en la que todos los personajes en la escena giran en torno a otro protagonista sordo y tozudo, en el universo reducido de la guerra civil.

Así las cosas, en este recorrido sigo batiendo las alas de mí entusiasmo.  El prudente bibliotecario, con guantes blancos en sus manos, se me acerca con un libro y me dice: «Quizás a usted le interese ver esta magnífica te obra biográfica. Alcanzo a ver en la portada  del libro una pintura de Leonardo da Vinci en la que aparece Judas dándole el beso de la traición a Jesús durante la última cena. Se trata de una de las obras más provocadora de Bosch:  «Judas Iscariote, el calumniado«.

En este libro el ilustre escritor dominicano examina desde lo bíblico testamentario hasta lo eminentemente forense la vida y la angustia padecida por este discípulo de Dios; en el campo literario el texto me lleva a una interrogante que se hace el escritor y periodista español conocido por su seudónimo Azorín, veamos: « ¿Qué sería un escritor sin esa traba que le obliga a sutiles vueltas y revueltas para decir lo que no se puede decir? La técnica literaria sale ganando«.

Cuando se analiza a profundidad la técnica literaria utilizada por Bosch en este formidable ensayo que lleva como título: Judas Iscariote, el Calumniado,  estamos obligados a coincidir plenamente con la acertada afirmación del escritor español. Bosch fue, sin lugar a duda, un escritor brillante, poseedor de una profundidad filosófica desconcertante.

Salgo de aquella biblioteca para encontrarme sorpresivamente con un grupo de jóvenes intelectuales quienes debatían un tema de sociología política y antropología social. Me acerco a uno de los polemistas y al instante observo que en su mano sostiene un libro objeto de discusión. Aquel lugar representaba una especie de convento similar al Santuario de Apolo Licio donde Aristóteles discutía con sus discípulos. Alcanzo a leer el título del libro y leo: «La composición social de la República Dominicana«.

A manera de enseñar  su dilatada amplitud en el conocimiento de la historia de los pueblos universales, más allá de los estrechos límites geográficos de la isla en la cual nació el ilustre escritor vegano, este publica una obra que «recoge cuatro conferencias« educativas dictadas por don Juan en el colegio Don Bosco de Santo Domingo, a instancia de la Hermandad Dominico-Árabe.

Por el abanico de temas que contienen estas ponencias, a saber: 1º: El Imperio Árabe, desde su formación hasta su suplantación por el Imperio Otomano; 2°: Aparición de los países árabes a causa de la desintegración del Imperio Otomano, hasta el final de la Primera Guerra Mundial; 3°: Surgimiento de más países árabes como resultado de la Segunda Guerra Mundial y formación del Estado de Israel; 4°: El papel que ha jugado el petróleo en la política de los países del Oriente Medio, estas disertaciones de Bosch me parecen admirables.

Otro texto estupendo de Bosch, como lo consideró en una ocasión el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez es, «De Cristóbal Colon a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial.

En esta magnífica obra de carácter histórico-político, el autor recoge la crónica de una región cuya evolución debe ser estudiada para entender los desarrollos, los movimientos de frenazos, estancamientos y aceleración que ha tenido el país desde el descubrimiento, hasta la Revolución cubana. La madurez política y literaria de Juan Bosch se pone de manifiesto precisamente en esta magnífica obra del expresidente de la República Dominicana.

No obstante, es en «Cuentos Escritos en el Exilio« donde este escritor insigne deja ver su enjundia y su vasta condición de escritor. El cuentista tiene la obligación de sentirse comprometido con lo que escribe y es únicamente en esta oportunidad cuando su fervor o sus sensaciones como pedagogo se ponen de manifiesto.

García Márquez, refiriéndose al Cuento, dice: «…el esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela. Pues en el primer párrafo de una novela hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud, y a veces hasta el carácter de algún personaje.  El cuento, en cambio, no tiene principio ni fin: fragua o no fragua«, termina advirtiendo Gabo.

Finalmente, tengo la impresión que en Estocolmo esperan las obras literarias de Bosch. Sin embargo, nuestra Academia Dominicana de la Lengua no ha sido diligente en proponer a la Real Academia Sueca de las Ciencias el nombre de Juan Bosch y Gaviño como candidato ´post mortem al Premio Nobel de Literatura.

No hay que dudar que nadie escape a la tentación de los celos en la literatura, como afirmara recientemente la periodista y escritora española Rosa Montero en el periódico El País de España y en la Academia Dominicana de la Lengua hay mucho de esto y de otras cosas donde se privilegian por política supuestos intelectuales o por otro tipo de influencias. No todo aquel que le publican libros gratis o se le concede un Asiento en la Academia Dominicana de la Lengua o de la Historia llega allí por meritos propios.

La grandiosa obra literaria de Bosch, como la de otros intelectuales dominicanos eminentes ha merecido que sus nombres se volteen en la Academia Sueca para el Nobel de literatura. En el caso de don Juan Bosch, pienso que la política le robó a la República Dominicana un Premio Nobel de Literatura.

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