Ing. Frank Rodríguez
Presidente y Canciller del Sistema Corporativo UTESA.
Muy buenos días a todos.
Me llena de orgullo tener la oportunidad de acompañarles en este acto memorable, que marca un hito fundamental e inolvidable en sus trayectorias.
Nuestras palabras de hoy se titulan: “No importa de dónde vienes, sino lo que eliges construir”. Lo que abordaremos a continuación no es solo una celebración del logro académico, sino una invitación a reflexionar sobre el poder transformador del pensamiento crítico, la empatía y la acción. A lo largo de estas palabras, exploraremos cómo cada uno de ustedes, sin importar su origen o circunstancia, puede convertirse en una fuerza constructiva en un mundo que necesita más humanidad, más visión y más compromiso.
Hoy celebramos el poder de haber llegado, de haber persistido, de haber creído que era posible. En un mundo marcado por la incertidumbre, el caos y la desigualdad, cada paso hacia adelante es un acto de esperanza. Llegar hasta aquí no ha sido un privilegio, ha sido una conquista colectiva: de quienes soñaron, de quienes acompañaron, y de quienes no se rindieron.
El escritor Michael Sheldrick, en su obra De las Ideas al Impacto, nos explica que el cambio no comienza en los grandes salones del poder, sino en las decisiones cotidianas de personas comunes que se atreven a actuar. Sheldrick nos muestra que la transformación social nace cuando alguien decide “mostrar presencia”, cuando se compromete con una causa y la convierte en acción. Así como él lo hizo, hoy ustedes también han demostrado que estar presentes, resistir y avanzar es ya una forma de liderazgo.
En un tiempo donde la desconfianza en las instituciones crece y la polarización amenaza con paralizarnos, este logro académico representa mucho más que un mérito individual. Es una afirmación de que sí se puede construir desde la colaboración, desde la empatía, desde la convicción de que cada persona tiene un papel que desempeñar en la mejora del mundo. Como dice este autor, “lo que puede hacerse, debe hacerse”. Por eso, este acto de graduación no es un punto final, sino un punto de partida. Ustedes no solo han llegado: han demostrado que tienen la capacidad de convertir ideas en impacto. Y si algo nos enseña la vida, es que el verdadero poder no está en tener todas las respuestas, sino en atreverse a comenzar. El cambio comienza cuando dejamos de esperar soluciones perfectas y empezamos a actuar desde donde estamos, con lo que tenemos.
Ya todos sabemos que vivimos en una era en la que la inteligencia artificial ya no es una promesa futura, sino una presencia cotidiana. Desde asistentes virtuales hasta algoritmos que diagnostican enfermedades o escriben código, la IA está transformando nuestras formas de trabajar, aprender y relacionarnos. Pero como bien se plantea en las grandes y más tecnológicamente avanzadas academias en el mundo, el verdadero desafío no es solo tecnológico, sino profundamente humano: ¿cómo aseguramos que esta revolución amplifique nuestra humanidad en lugar de diluirla?
Los grandes pensadores actuales establecen que la tecnología no es neutral. El autor Reid Hoffman en su obra, llamada Superagencia, plantea que el verdadero riesgo de la IA no es que piense por sí sola, sino que desplace nuestra capacidad de agencia: nuestra libertad de decidir, de equivocarnos, y de aprender. Por eso, más que temer a la inteligencia artificial, debemos comprometernos a diseñarla con propósito humano, con valores éticos y con una visión inclusiva del futuro.
El problema no es la complejidad del mundo, sino nuestra tendencia a simplificarlo en exceso. Si dejamos que la IA reproduzca los sesgos, las desigualdades y las lógicas de control del pasado, estaremos programando un futuro que nos reduce. Pero si la entrenamos con empatía, diversidad y pensamiento crítico, puede convertirse en una aliada poderosa para resolver los desafíos más urgentes de nuestra sociedad.
Por eso, graduarse hoy no es solo dominar una disciplina, sino asumir una responsabilidad: la de liderar con humanidad en un mundo automatizado. Estamos en la antesala de una transformación sin precedentes. Pero el futuro no está escrito en código: está en nuestras decisiones. La tecnología puede amplificar tu talento, pero nunca reemplazar nuestra humanidad.
Estimados graduandos, recuerden que este es el comienzo de una vida de preguntas valientes. Esta afirmación, que resume el espíritu del pensamiento crítico, cobra especial relevancia en un país como la República Dominicana, donde los desafíos estructurales exigen ciudadanos capaces de cuestionar, proponer y construir. En palabras de la autora Donella Meadows, en su libro Pensar en Sistemas, el pensamiento sistémico implica reconocer que los problemas no existen en aislamiento, sino como parte de estructuras complejas que requieren comprensión profunda y soluciones integradas. Por eso, más allá de celebrar un logro académico, este momento debe marcar el inicio de una actitud permanente de aprendizaje, análisis y acción transformadora.
Una oportunidad para todos nosotros, es nuestra integración a la iniciativa Meta RD 2036, recientemente planteada por el Estado dominicano, la cual representa una iniciativa histórica para que la República Dominicana transite hacia un desarrollo pleno, duplicando su Producto Interno Bruto (PIB) en los próximos 12 años.
Pero este ambicioso objetivo no se logrará solo con políticas desde arriba: requiere una ciudadanía activa, informada y crítica. Los graduandos de hoy están llamados a ser parte de los comités de trabajos sectoriales, y de las mesas ejecutivas, de los espacios donde se identifican barreras y se diseñan soluciones concretas. No basta con señalar lo que no funciona; el país necesita líderes que comprendan las causas sistémicas de los problemas nacionales y se comprometan con su resolución. Como advierte la misma autora Meadows, los sistemas tienden a reproducir sus propios comportamientos a menos que se intervenga en sus estructuras profundas.
En el caso de nuestro país, esto implica romper con patrones de informalidad, baja productividad y desigualdad que han limitado el potencial del mismo. El pensamiento crítico no es solo una herramienta académica: es una capacidad vital para cuestionar normas ineficientes, identificar puntos de apalancamiento y proponer reformas que generen impacto real. La educación, por tanto, no debe verse como un peldaño superado, sino como un proceso continuo de expansión de la conciencia y la responsabilidad.
En lugar de caer en la trampa de la queja o la resignación, los nuevos profesionales deben asumir el rol de “problem solvers”,ustedes, como nuevos profesionales, tienen la oportunidad de insertarse en estos espacios con una mentalidad sistémica, con la disposición de escuchar, aprender y co-crear soluciones. Porque el futuro de la República Dominicana no se construirá con discursos vacíos, sino con acciones informadas, valientes y sostenidas.
En este camino hacia un liderazgo transformador, UTESA ha reafirmado su compromiso con la equidad y la integración regional a través de su participación en el programa HEP (Higher Education Partnership), una iniciativa iniciada en años recientes junto a la USAID y el MESCyT. Este programa ha permitido ampliar el acceso a la educación superior para jóvenes de comunidades vulnerables, incluyendo estudiantes haitianos en la región norte del país. Esta acción concreta refleja nuestra convicción de que la educación no debe tener fronteras, y que el verdadero desarrollo se construye cuando todos tienen la oportunidad de aportar y crecer.
Hoy cerramos este capítulo conscientes de que el liderazgo no es un destino, sino una práctica continua de reflexión, atención y valentía. Comprendemos que nuestras decisiones no siempre son fruto de la razón consciente, sino de atajos mentales silenciosos. Por ello, liderar con excelencia no es imponer respuestas rápidas desde la prisa, sino formular preguntas profundas desde la pausa reflexiva. El éxito, entendamos, no es un acto individual, sino el resultado de oportunidades, contextos favorables y práctica deliberada; no basta con tener talento, se necesita también el coraje de persistir, la humildad para aprender y la generosidad para compartir. Ustedes, que hoy culminan esta etapa, no son solo un diploma o una calificación, sino el resultado de miles de horas de esfuerzo, redes invisibles de apoyo, momentos de incertidumbre y profunda Fe. Ahora, como líderes emergentes, tienen la responsabilidad de abrir caminos y crear esas oportunidades para los demás, porque el verdadero mérito no es únicamente llegar lejos, sino ayudar a otros a alcanzar sus propias metas.
Estén conscientes de que el liderazgo del siglo XXI no se mide por la retórica, sino por la capacidad de transformar. Transformar sistemas que ya no funcionan, narrativas que dividen, e inercias que paralizan. Ser líderes hoy es tener la valentía de decir lo que no se quiere oír, de hacer lo que no se ha hecho, de pensar más allá del ciclo electoral o del aplauso inmediato. Es entender que gobernar, enseñar, emprender o servir no es un privilegio, sino una responsabilidad. Y que esa responsabilidad comienza con una pregunta sencilla pero poderosa: ¿Estoy dispuesto a cambiar yo, para cambiar el mundo? Si la respuesta es sí, entonces el futuro no es una amenaza, sino una promesa alentadora. Y ustedes, los que hoy egresan, se convertirían en la mejor garantía.
Muchas gracias y bendiciones a cada uno de ustedes y sus familias.