Opinión

Una nueva escuela

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Por Editorial Semanario Camino.

Rep. Dom. -Cerca de tres millones de estudiantes dominicanos iniciaron el año escolar 2018-2019. La noticia es positiva. Los avances que hemos logrado van en beneficio de una mejor educación, que es la base del desarrollo, pero el camino es largo y todavía hay grandes retos por delante.

Uno de ellos es aprovechar al máximo el horario de la jornada extendida, llenándola de acciones que forjen un nuevo perfil del estudiante, fortaleciendo los valores, y el amor a la patria manifestado en un comportamiento ejemplar.

Trabajar los aspectos de transparencia, honestidad, respeto, compromiso social, y una cultura de paz. Hoy necesitamos una nueva escuela, que sea un cantero en donde nazca la solidaridad.

Docentes, Asociaciones de Padres y Madres, Asociación Dominicana de Profesores y Ministerio de Educación deben aunar esfuerzos para lograr que este año escolar marque el rumbo definitivo hacia una educación de calidad, dejando atrás viejos modelos que nos anclan en la historia, impidiendo llegar a la meta deseada: Tener hombres y mujeres constructores de una nueva humanidad.

Fragmentos del mensaje del papa Francisco a estudiantes, profesores, padres y alumnos de las escuelas italianas, en el encuentro “La Iglesia por la Escuela”:
La misión de la escuela es desarrollar el sentido de lo verdadero, el sentido del bien y el sentido de lo bello. Y esto ocurre a través de un camino rico, hecho por tantos ‘ingredientes’. ¡Es por esto del por qué existen tantas disciplinas!
Porque el desarrollo es fruto de diversos elementos que actúan juntos y estimulan a la inteligencia, a la consciencia, a la afectividad, al cuerpo, etcétera. Por ejemplo, si estudio esta Plaza, la Plaza de San Pedro, aprendo cosas de arquitectura, de historia, de religión, también de astronomía – el obelisco recuerda al sol, pero pocos saben que esta plaza es también un gran meridiano.

Tengo la imagen de mi primera maestra, aquella mujer, aquella maestra que me recibió a los seis años, al primer nivel de la escuela. Nunca la olvidé. Ella me hizo amar la escuela. Y luego he ido a encontrarla durante toda la vida hasta el momento en que falleció, a los 98 años. Y esta imagen me hace bien. Amo la escuela porque aquella mujer me enseñó a amarla. Este es el primer motivo por el que amo la escuela.

Amo la escuela porque es sinónimo de apertura a la realidad. ¡Al menos así debería ser! No lo es siempre, y entonces quiere decir que es necesario cambiar un poco. Ir a la escuela significa abrir la mente y el corazón a la realidad, a la riqueza de sus aspectos, de sus dimensiones. ¡Y nosotros no tenemos derecho de tener miedo de la realidad!.

En los primeros años se aprende a 360 grados, luego poco a poco se profundiza hacia una dirección y finalmente se especializa. Pero si uno ha aprendido a aprender – y este es el secreto, ¿eh?, ¡aprender a aprender!- esto le queda para siempre, permanece una persona ¡abierta a la realidad!.

Las familias de los chicos de una clase pueden hacer mucho colaborando juntas entre ellas y con los maestros. Esto hace pensar en un proverbio africano que dice: ‘Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo’. Para educar a un muchacho se necesita mucha gente: familia, escuela, maestros, todos, todos, personal asistente, profesores, ¡todos!
¿Les gusta este proverbio africano? ¿Les gusta? Digámoslo juntos: ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo!, ¡juntos! ¡Para educar a un hijo se necesita a todo un pueblo! Piensen en esto, ¿eh? Piensen.

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