Opinión

Plan o descuido? (4- 4)

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POR YSELA SANTOS.-El Alcalde de New York, Bill De Blasio, llegó al cargo en Enero del 2014 y el gobernador Andrew Cuomo, el mismo mes, pero tres años antes. Ambos encontraron la ciudad con un sin número de males, los cuales se han acentuado hoy día.

En esta última parada que hemos titulado Plan o descuido, queremos reflexionar en relación a una problemática, que aunque no es exclusiva de esta urbe neoyorquina u otros Estados de la Unión, es una “bomba” de tiempo que de por si podemos observar cómo pululan por las calles con mayor frecuencia jóvenes y adultos con signos de locura, exhibiendo comportamiento que atentan contra la moral y las buenas costumbres de un pueblo o país por más civilizado que sea.

La Organización mundial de la Salud, alerta sobre el incremento de la prevalencia de trastornos mentales en la población y prevé que dentro de pocos años uno de cada cuatro habitantes del planeta sufrirá alguna forma de trastorno mental o neurológico a lo largo de su vida. Estos problemas de salud mental y/o adicciones generan un conjunto de alteraciones del pensamiento, del estado de ánimo o del comportamiento que suponen un fuerte impacto tanto en la vida familiar y social como en la laboral.

¿Qué es trastorno mental? cualquier alteración del equilibrio emocional, que se manifiesta por una conducta de mala adaptación y de alteración funcional producida por factores genéticos, físicos, químicos, biológicos, psicológicos o sociales y culturales.

Dentro del colectivo de la enfermería, que es un reflejo de la sociedad, hay profesionales que sufren algún trastorno de salud mental o alguna adicción, o ambas cosas. Evidentemente, como acabamos de decir, estos problemas afectan también – en mayor o menor medida- al desarrollo de la actividad profesional .

Es por este motivo que tanto las instituciones sanitarias como los colegios profesionales, que tienen la responsabilidad social de velar por un buen ejercicio de la profesión, deben hacer todo lo que esté en sus manos para ayudar a estas personas a superar, en la medida de lo posible, su situación. Y deben garantizar, al mismo tiempo, la protección de la salud y la vida de las personas atendidas por estos profesionales.

Estas personas con algún tipo de problemas mentales, causado en su mayoría por el abuso a las drogas letales como la heroína y otros opiáceos, combinado con una pésima alimentación, se han convertido en una crisis de salud pública en esta ciudad.

A sabiendas, de las secuelas que dejan las drogas en el cerebro humano, quienes dirigen los destinos de esta ciudad, por ejemplo, no se han detenido en darle seguimiento a estos adictos, enfermos mentales, que hasta procrean niños, los que por la genética misma ya vienen con trastornos mentales y por consiguiente hemos vistos un incremento de muertes de menores a manos de sus padres o protectores.

Según el más reciente estudio del Departamento de Salud de la ciudad, el índice de las muertes por sobredosis de drogas se ha incrementado en los últimos seis años en Nueva York. Y en más de ocho de cada diez decesos, los opioides fueron un factor.

Más de 1,000 personas murieron por una sobredosis de drogas el año pasado en esta ciudad. Esos 1,374 decesos accidentales -en contraste a los 937 que murieron en 2015 tras una sobredosis- son representativos del incremento en este tipo de muertes que la ciudad ha visto desde hace seis años, según un nuevo estudio del Departamento de Salud.

Ese número representa un incremento anual del 47%.

Los cálculos de este informe apuntan a que en 2016, cada día se produjeron cerca de cuatro muertes por sobredosis en la ciudad. Tales números en Nueva York son un reflejo de la tendencia a nivel nacional: las muertes por sobredosis de drogas en 2016 superaron las 59,000 lo que supone el alza más alta en el país, según una investigación del New York Times, publicada el mes pasado.

En la ciudad en más de ocho de cada diez decesos (un 82%), algún opioide estuvo involucrado.

Del 2015 al 2016, las sobredosis por heroína y fentanilo aumentaron en un 44 % entre todos los grupos demográficos.

La heroína estuvo presente en 751 de todas las muertes de sobredosis en 2016 en la ciudad (55%), mientras los opioides analgésicos estuvieron involucrados en 241 decesos (18%).

Casi tres cuartas partes de todas las muertes por sobredosis (el 72%) involucraron heroína y/o el fentanilo en 2016. De hecho, casi todos esos decesos involucraron más de una sustancia.

El factor de la pobreza

Cuando se desglosan los números, el condado de Staten Island y el Sur del Bronx tenían las tasas más altas de muertes por sobredosis -con cualquier sustancia- en 2016.

Y de acuerdo con el estudio, la tasa por sobredosis era más alta entre blancos (18.9%) en contraste a hispanos (16.9%) y negros (12.3%) por cada 100,000 residentes.

La pobreza es un factor en las muertes por sobredosis a través de los cinco condados de la ciudad. De acuerdo con el estudio, el año pasado, residentes de vecindarios con altos índices de pobreza tuvieron un índice más alto de muertes por sobredosis que involucraron heroína y fentanilo que en aquellos lugares con menos pobreza.

A raíz de la publicación de estas cifras alarmantes, el alcalde Bill De Blasio, quien trata de reelegirse en el cargo anunció un plan para el cual se destinará 38 millones de dólares en la lucha contra la adicción a los opiáceos y la sobredosis, los cuales siguen matando a más personas que las mismas armas de fuego, aunque no deja de ser un problema también de marca mayor la cantidad de armas que están en poder de la población civil, precisamente los menos capaces, debido a las facilidades con que la adquieren.

Esta problemática es otro tema de análisis, que sale a relucir sólo cuando se originan masacre como la que ocurrió hace un año en Orlando, Florida, en una discoteca gay, en donde al menos cincuenta personas perdieron la vida, incluyendo el autor del atentado, Omar Mir Siddique Mateen, abatido por la policía.
El emblemático bar Stonewall Inn, en Manhattan, escenario de vigilia en solidaridad con las víctimas de la masacre de Orlando.
Pues bien, el plan De Blasio se suma esfuerzos parciales del gobernador Andrew M. Cuomo y el Fiscal General, Eric T. Schneiderman para hacer frente a la crisis emergente, como dar a los policías el antídoto de la heroína naloxona para su uso en víctimas de sobredosis y hacerla disponible de manera más amplia a través de farmacias sin receta médica.

Están sucediendo hechos horripilantes, tan seguido, que nos indica que no estamos seguros en ningún lugar.

El pasado miércoles la joven oficial, con 12 años como policía de la ciudad de NY, de origen dominicano Miosotis Familia, de 48 años, con tres hijos fue asesinada dentro de su vehículo cuando terminaba su turno, en el condado del Bronx.
Oficial de policía Miosotis Familia, asesinada
El responsable de su muerte a destiempo es el hombre, identificado como Alexander Bonds, de 34 años, quien fue perseguido por otros agentes y cuando sacó su revólver dispararon contra él y pereció en el lugar.

Se trató de un “ataque sin provocación”, tal como afirmó el jefe de la Policía de Nueva York, James O’Neill, en declaraciones a los periodistas, por parte de un hombre con un historial criminal, en libertad condicional, que como él se encuentran en las calles miles, dejando entre dicho también fallas en el sistema de justicia.

Con la muerte de Familia se puso de manifiesto otro descuido de la autoridades, en este caso, sanitarias, sumándose seis los agentes acribillados en los últimos tres años en NY, cumplimiento con su deber.

Y que podemos decir del pánico que desató hace nueve días dentro del Lebanon Hospital en el condado del Bronx, donde realizo múltiples disparos que causaron dos muertos y seis heridos, incluyendo el del pistolero que luego se suicido con un tiro de un fusil de asalto que utilizó para el ataque.
Henry Bello fue identificado como el atacante en el hospital Lebanon de El Bronx..
El atacante, que fue identificado como Henry Bello, de 45 años, fue un antiguo empleado del hospital que hace dos años renunció o había sido despedido de ese centro médico, al que regresó ese día para desencadenar el caos.

El incidente ocurrió alrededor de las 2:50 pm (hora local), en el que un hombre que vestía con bata y portaba un rifle abrió fuego contra los presentes.

El gobernador Andrew Cuomo ordenó investigar a fondo si el sistema de salud cumplió con el protocolo luego de que el asesino de la oficial fuera atendido en el Hospital Saint Barnabas, por problemas mentales.
El gobernador Andrew Cuomo.
En iguales circunstancia fueron asesinados los policías Wenjian Liu y Rafael Ramos en diciembre 2014 en Brooklyn, cuando sentados en el interior de un patrullero fueron sorprendidos también por el pistolero afroamericano Ismaaiyl Brinsley, de 28 años, quien luego fuera abatido por la uniformada.

Una llamada de auxilio al 911 es una disyuntiva que a diario tienen que enfrentar al menos 36 mil agentes, de la ciudad de NY, considerado el más completo en Estados Unidos; con 76 precintos distribuidos en los cinco condados y un presupuesto de veintenas de millones de dólares.

Pero, que anualmente los uniformados neoyorquinos tienen que desenfundar sus armas de reglamentos decenas de veces al año para contrarrestar la acción bélica de los delincuentes. Asimismo sostiene más de 20 millones de contacto con la población civil, realiza más de 350 mil detenciones, y millones de carreras de radio, en una ciudad con cerca de 10 millones de habitantes.

En estas llamadas de auxilio o ayuda, detrás de las puertas, un hombre o una mujer se niegan a salir. La policía penetra por la fuerza en la habitación. Dispara. La víctima padece un trastorno mental. Esta escena, contada sin nombre ni lugar preciso, se ha repetido con trágica frecuencia en Estados Unidos en los últimos años,

Los agentes del orden deben lidiar con un creciente número de incidentes cuyos protagonistas sufren algún padecimiento psiquiátrico. El desmantelamiento del sistema de salud mental en EEUU los ha dejado prácticamente como el único recurso para enfrentar estas situaciones violentas.

La realidad es que la abrumadora mayoría de los uniformados no cuenta con el entrenamiento necesario para tratar con estos pacientes.
Telemundo 47
Y qué podemos decir de la mujer de origen mexicano que está acusada de apuñalar a sus cuatro de sus cinco hijos y su esposo,ocurrido hace algunos días en Georgia Atlanta. Al presentarse ante la corte Isabel Martínez se negó a aceptar abogados y mantuvo durante la sesión un comportamiento bastante extraño, saludando constantemente las cámaras, incluso se negaba aceptar, ignoraba al parecer la gravedad de los cargos, evidenciando algún tipo de trastornos.
En vez de tratar el problema desde la raíz, desde el fondo mismo, las autoridades de NY siguen dando palo a ciegas y acelerarán la propuesta de dotar más de dos mil vehículos policiales con vidrios y puertas antibalas capaces de detener el proyectil de un revólver magnum 44.

Se recuerda además , el relato de la senora Elsa Cruz a The Guardian, , “Yo pensé que enviarían una ambulancia, pero llegó la policía y lo mataron”, cinco meses después de que una escuadra policial de New Rochelle, en el estado de New York, ultimara a su esposo Samuel Cruz.

Pero la ayuda médica especializada no llegó, como tampoco sucedió en el caso de Mohamed Bah, muerto por la policía de New York en septiembre de 2012. Su madre, recién llegada de África, había llamado al 911 pues le inquietaba la conducta inusual del joven. Los agentes forzaron la entrada al apartamento y respondieron con fuego a las amenazas con un cuchillo.

Hawa Bah presentó una demanda contra la ciudad en una corte federal de Manhattan. Su propósito es que el Departamento de Policía de New York (NYPD) adopte un sistema de gestión de crisis provocadas por personas con problemas mentales.

El origen de estos repetidos dramas familiares trasciende el entrenamiento de las fuerzas policiales. El sistema de salud pública norteamericano ha sufrido recortes en torno a los 4.500 millones de dólares desde 2009.

De acuerdo con cifras citadas por el exalcalde Bloomberg, el número de camas en hospitales estatales ha caído en 92 por ciento desde mediados de los años 50.

El promedio de estancia de los pacientes psiquiátricos en los centros de salud ha descendido en 60 por ciento desde 1993. Aunque los doctores recomiendan estadías de al menos dos semanas para estabilizar a los pacientes, en la actualidad solo permanecen alrededor de ocho días.

Mientras las camas y en general la cobertura médica disminuyen, la proporción de personas con perturbaciones mentales ha aumentado en las cárceles estadounidenses. Se estima que un tercio de la población penal sufre algún trastorno psiquiátrico. La mayoría cumple condenas por crímenes menores.

Y en las calles y hogares del país las enfermedades mentales en distintos grados alcanzan a la quinta parte de los residentes, o sea, 44,7 millones de adultos, según las estadísticas del Departamento de Salud y Servicios Humanos para el 2012.

La ansiedad, la depresión, los trastornos bipolares y la esquizofrenia atraviesan la cotidianidad de tal modo que todos los policías deberían recibir formación especializada en crisis psiquiátricas. Solo el 10 por ciento de los uniformados posee ese entrenamiento.

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